RUBÉN VEGA | Fotografía: Sandra F.
Las primeras palabras de la profesora Ana Alario sobre su charla “lenguaje no sexista” vaticinaban que el tema a tratar resultaría controvertido. “Voy a tratar de daros unos argumentos para que veáis que realmente el uso que se está dando a la lengua no es correcto”, anticipaba la ponente. Los oyentes mantuvieron su interés y curiosidad en todo momento: activos, dialogantes y, en ciertas ocasiones, críticos y antagonistas.
Los argumentos que expuso Alario estaban debidamente documentados y no eran para nada casuales (citó todas sus fuentes al comienzo de su intervención), aunque el público se mantuvo en desacuerdo con muchas de las cuestiones que planteó. Desde un principio, intentó mantener viva la conversación con los asistentes. “Me gustaría saber que es para vosotros el androcentrismo”, preguntaba. “Cuando el centro de la sociedad es el hombre”, respondía correctamente una alumna. Esa respuesta daría paso al tema central, a la idea núcleo, desarrollada durante más de una hora en la sala de juntas de la Facultad de Filosofía y Letras. ¿Hasta qué punto es la lengua androcentrista?
La profesora Alario iba desarrollando los conceptos teóricos de su estudio para después plantear preguntas abiertas. “¿Una lengua es una categoría de pensamiento?”. Obtuvo un sí como respuesta. Unos instantes antes había explicado la teoría del posicionamiento inmovilista. Esta posición, en torno a la forma de entender el género en la lengua, plantea que esta no puede configurar nuevas categorías de pensamiento porque es un sistema autónomo que se mantiene en el tiempo, siendo imposible que los individuos puedan cambiarla. Adoptó, pues, una postura dentro de la teoría del posicionamiento movilista, su contrario.
En ciertos momentos, su discurso dejaba de ser tan técnico para centrarse en cuestiones cotidianas y anécdotas propias. Como en el siguiente ejemplo que compartió. Una amiga suya opinaba que el “lenguaje de colores” era una tontería. Por ello, realizó una prueba con sus hijos con el objetivo de responder a la cuestión de si el color está asociado al sexo. Su amiga tenía dos bebés: una niña y un niño. El niño, en la calle, siempre vestido de azul, lloraba; sin embargo, su hermana, que vestía de rosa, dormía. Un día Alario cambió la ropa de los dos infantes sin que la madre de los bebés se diese cuenta. De manera que cuando el bebé vestido de rosa sollozó se extrañó muchísimo. Entonces, no sabía cuál era la argucia que le había preparado Alario, más tarde se percató y, además de enfadarse mucho, confirmó que la teoría de su amiga era cierta. Con este ejemplo y con otros tantos trató de responder, en la sala de juntas, que el lenguaje sí es androcentrista.
A partir de entonces, lo que parecía ser una conversación pregunta-respuesta se tornó en un acalorado debate sobre si ciertas palabras del masculino engloban al femenino o no. Hubo posiciones muy dispares. Sin embargo, Alario permanecía fiel a sus ideas: “el lenguaje discrimina a las mujeres”. Para reforzar su afirmación, utilizó las definiciones recogidas en el Diccionario de la Real Academia Española de “hombre público” y “mujer pública”, remarcando las diferencias de significado entre uno y otro término.
Reflexionó sobre como la sociedad acoge términos extranjeros como ‘running’, ‘footing’ o ‘sandwich’, pero no se adapta igual de bien al correcto uso de los géneros masculino y femenino. “Hay palabras que denominan a mujeres y palabras que denominan a hombres; el masculino genérico está invisibilizando a las mujeres claramente”. ¿Y eso por qué? ¿Cuál es la razón? La docente e investigadora puso sobre la mesa el dato de que la DRAE está conformada sólo por hombres. En ese sentido, fue tema de debate entre los asistentes y la experta el papel que juega la DRAE en el tema del género en la lengua castellana. Había quien opinaba que el diccionario recoge el conocimiento colectivo de la sociedad, otros se posicionaban a favor de que el lexicó es el que influye en la sociedad, y no al revés.
El periodismo comenzaba a asomar la cabeza tímidamente entre opiniones dispares. El lenguaje es un medio inconsciente a través del cual las personas ser relacionan consigo mismos, con el mundo y con el resto de las personas. La mitad del mundo es femenino y la otra mitad masculino (dicho en el orden que se prefiera). Las opiniones eran diferentes en torno a muchas ideas, pero coincidían en una: la sociedad es machista. “La lengua no es sexista en sí, lo es dependiendo de las intenciones y del uso que le de el emisor”, trató de explicar Alario.
La lengua no es sexista en sí, lo es dependiendo de las intenciones y del uso que le de el emisor
El periodismo asomó del todo su cabeza. Refiriéndose a parte de su público Alario afirmó: “vuestro papel como futuros y futuras periodistas es fundamental. El uso que hagáis del lenguaje va a calar en las mentes, en la sociedad y en su forma de pensar”. El uso de la lengua es un círculo usado por y entre la la sociedad, las instituciones culturales que difunden el correcto uso de la lengua española (RAE, Fundeau…) y los medios de comunicación. Los unos se influyen a los otros. De momento tan sólo limítese uno a observar, sentarse, comparar y reflexionar las acepciones de «hombre» y las de «mujer».