PILAR MÉNDEZ RUIZ | Fotografías: Pilar Méndez
Ha amanecido un día frío y lluvioso, algo normal si estás en Suiza y es invierno. Pese a las inclemencias, el rumbo no cambia: la redacción de La Région d’Yverdon, la cabecera que cubre toda la parte norte del Cantón de Vaud. El objetivo: entrevistar a su director, Isidoro Raposo.
Raposo forma parte de aquel numeroso grupo de españoles que tuvo que emigrar a Suiza en los años 60. Él, concretamente, emprendió el camino con su familia desde Santiago de Compostela y arribó a su nuevo hogar en 1962, con tan solo ocho años. No se olvidó, sin embargo, de la tierra que lo vio nacer: regresa asiduamente a España para ejercer su gran pasión, la espeleología. El Parque Nacional de Somiedo, en Asturias, es uno de sus destinos predilectos.
Esta perenne saudade la encontramos, también, en su rutina. Y es que Isidoro es un hombre de rituales; al menos, en lo periodístico. Cada mañana, lee La Nueva España, La Voz de Galicia, El Correo Gallego y El País. Esta pasión de plumilla, sin embargo, no le viene desde siempre. Cursó sus estudios en Yverdon, primero y en el Lycée de Lausanne, después, con la firme idea de estudiar Geología, una carrera que abandonó y que hizo que, finalmente, se decantara por el periodismo.
Con tan solo 15 años, en 1983, propuso sus servicios a la empresa editorial Edipresse. Sin tener ningún título universitario, tan solo muchas ganas de aprender, comenzó a trabajar la semana siguiente. Fue el primer paso del camino para alguien que, desde entonces, ha escrito en todas las secciones de un medio.
Ya han pasado 33 años desde aquel artículo que apareció con su rúbrica por primera vez. En todo este tiempo, ha formado parte de los periódicos más importantes de Suiza, entre los que se encuentran 24 heures, Le Suisse de Ginebra, Brick de Zúrich, Le Parisien o L’ilustrator. A día de hoy -y tras una larga lucha-, es el director de La Région d’Yverdon, además de uno de sus fundadores.
El proyecto de La Région comenzó a bosquejarse en 2005 de la mano de un grupo de periodistas que querían formar un diario totalmente independiente -algo que parecen haber conseguido-. Un año más tarde, su primer ejemplar salía de rotativas. En la actualidad, se edita cinco veces por semana y una de ellas, la del jueves, es gratuita. Con 45.000 suscriptores, llega a todas las casas de Yverdon.
A la hora de engrosar sus filas con nuevos redactores, Isidoro confiesa que “no es necesario que tengan estudios de periodismo, lo principal es el sentimiento o la impresión que das a la persona con la que vas a hablar. Si eres una persona abierta y con una sonrisa, la gente se va a fiar de ti y eso para mí es el 50%, ya que, si es alguien introvertido, no funciona. Por supuesto, también es imprescindible manejar el francés perfectamente”. También añade que «es importante el cara a cara a la hora de trabajar porque, si llamas por teléfono diciendo que eres periodista, no todo el mundo se fía de ti”.
Son muchas las anécdotas que Isidoro puede contar, y con personas de gran relevancia. Entre ellas, nos confía una que engloba al Rey emérito, a Juan Carlos I. «Un policía amigo mío de Ginebra me llama y me dice que vaya corriendo al aeropuerto porque va a venir el Rey y su familia, que esquiaban aquí. Con tan mala suerte de que el monarca se cayó y se rompió el coxis. Él llegó en un helicóptero-ambulancia y, en otro, viajaba el que por entonces era su sucesor. Yo estaba sentado en una cabina de una agencia de alquiler de coches y, de repente, por el monitor veo a dos personas. Una de ellas era el Rey. Fui el único que pudo hacer las fotos y publicarlas”, explica. Está claro que, para sacar la noticia, hay que estar. El sedentarismo no encaja en el ADN del periodista.
A pesar de que, con la actitud correcta, gran parte del camino está recorrido, Isidoro admite que antes lo tenían más fácil para acercarse a las personas importantes: “En el año 85, cuando Gorbachov y Reagan ratificaron el fin de la Guerra Fría en Ginebra, yo estuve allí y podías acercarte a ellos”. Un hito que no solo forma parte de cualquier manual de Historia, sino también de la suya personal. «El domingo nos llamaron los americanos para hacer fotos a Ronald y Nancy Reagan, que se hospedaban en una casa cerca del lago de Ginebra. Tuvimos que presentarnos a las 10 de la mañana, con mucho frío. Por fin, a las tres de la tarde salieron, dieron una vuelta por el jardín tres minutos para hacerse la foto y, ya está, se acabó”, explica.
Se trata, en fin, de un oficio que se aprende poniéndolo en práctica. Aunque todo cambia, por supuesto, dependiendo del momento y del lugar -y de la redacción-. «En el Brick teníamos un principio: nosotros damos la información y los otros ya las explicarán«. Cuando buscamos las razones de esta curiosa medida, las encontramos en algo que a muchos le sonará familiar: las presiones. «En 1980, un tribunal me pidió que le diera unos documentos. Como no cedí a ello, me denunciaron por violación del secreto de investigación y me advirtieron del peligro que supondría una nueva publicación sobre este tema. Al día siguiente, apareció una página entera con todos los documentos”, relata el director.
Cualquiera se queda sin palabras cuando escucha una historia así. De hecho, cuesta imaginarse haber recorrido tanto, haber testimoniado esos fragmentos de la Historia. Pero Isidoro es el primero que es consciente de que, para llegar a contar con esa cartera de peripecias, lo primero es empezar a andar. Y deja un valioso consejo a los estudiantes de periodismo: “Hay que ser curioso, ya que es una vocación; un periodista lo es todo el día y toda la noche”.