Raúl Cancio: “Cuando alguien me enseñó a revelar las fotos, sentí en el estómago como si volaran mariposas. Me dije: ‘Cancio, vas a ser grande’”

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Clara Nuño y Raúl Cancio / foto de Alba Camazón
CLARA NUÑO GÓMEZ  |  Fotografía: Alba Camazón Pinilla

Un hombre 50 años detrás de una cámara. Madrileño. Castizo. De frente amplia y gesto amable, dice responder al nombre de Raúl Cancio. Uno de los padres del fotoperidismo español, que con 20 años comenzó a trabajar para el diario Pueblo –donde acabó siendo redactor jefe- para luego incorporarse a El ImparcialYa en 1980 pasó a engrosar las filas de El País, donde también fue redactor jefe. Desde entonces ha trabajado para el grupo PRISA; llegando, a su vez, a ser subdirector de AS.

En fin, un hombre que, con cada instantánea, ha congelado un pedazo de historia. Un hombre que, tras la montura de sus grandes gafas, clava una mirada inquisitiva sobre la joven que, grabadora en mano, se dispone a entrevistarle.

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Raúl Cancio: fotoperiodista desde 1963 en el diario Pueblo, pero antes, ¿qué? ¿Cuándo cayó por primera vez en sus manos una cámara fotográfica? ¿Qué fue lo que le enamoró de la fotografía?

La cámara cayó cuando yo tenía quince o dieciséis años por aficionado. Me di cuenta de que quería ser fotoperiodista cuando alguien me enseñó a revelar fotos [reflexiona meditabundo]. Sentí en el estómago como si volaran mariposas. Ahí me dije: «Cancio, vas a ser grande». Ahí fue.

¿Cómo se abrió paso en el mundo del periodismo, del fotoperiodismo?

Por una carta de recomendación al diario Pueblo de Emilio Romero. Si no, no hubiera entrado porque yo no era nadie.

¿Cómo la consiguió?

Mi padre era actor de cine y me dio la carta el director general de cinematografía que había en este país entonces.

Cuentan las malas lenguas que su primer retrato, en el café Gijón, lo hizo de perfil, ¿volvería a hacerlo?

No, porque no me gusta  hacerlos de perfil. Me gusta que me miren. Pero es que era de perfil y, además, era fea. Y sobre todo, que la foto era muy mala.

«No me gusta hacer retratos de perfil. Me gusta que me miren».


¿Quién era el personaje?

El personaje era una mujer que era… era… [gesticula con las manos mientras rebusca en sus recuerdos] era una escritora, pero no recuerdo ahora mismo su nombre. Era muy mala. Era ‘mu’ fea [sentencia con una alegre risotada].

La fotografía ha cambiado mucho desde que Usted empezó. Ahora los fotógrafos tienen la posibilidad de hacer mil y un disparos antes de encontrar la foto. Estamos inmersos en la era de los móviles, la fotografía digital. Antes tenían los laboratorios, el daguerrotipo… ¿Cómo ha vivido el cambio?, ¿se ha acostumbrado bien a la cámara?

Me acostumbré bien. Me costó, pero me acostumbré. Seguí mirando a la cámara sin echar el ojo, mirándola como los turistas. Me acostumbré, me tuve que acostumbrar, no tuve más narices. Me pilló una época en la que sacaban digitales, y tenía que hacerlo.

A título personal, ¿analógica o digital?

No lo sé [responde, tras suspirar unos instantes], ahora mismo me quitas lo digital y ya no sé andar. Soy un enamorado del blanco y negro, pero es que el blanco y negro lo hago en digital también. Lo hago muy bien, el monocromo, lo hago muy bien… Ya, yo creo que ya no me pasaría otra vez al analógico. Por jugar sí, pero nada más.

«No me pasaría otra vez al analógico. Por jugar sí, pero nada más».


Hablando del blanco y negro. Se dice que la fotografía en blanco y negro tiene un halo romántico, elegante, de otra época, que la de color es incapaz de captar. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Cuando tú ves a un hombre o una mujer llorar y se marcan las lágrimas en una foto… ahí acabas queriendo al blanco y negro. En una fotografía a color las lágrimas no se marcan en el rostro. En blanco y negro su surco queda expuesto ante todas las miradas.

¿Y en cuanto al color?

Siempre preferiré el blanco y negro pero tiene su encanto. Los paisajes, un retrato con las luces bien trabajadas… En deportes, en algunos deportes son muy vistosos los colores.

¿Qué es lo que distingue a un buen fotógrafo del resto?

Ver la foto, tener sensibilidad y tener gusto. Pero verla, lo importante es verla. Hay veces que vas por la calle y dices «esta es la foto». Y me voy, no hago más.

Para Usted, ¿cuál es el valor de una foto? ¿Qué representa la fotografía?

Una foto, si es buena, tiene todo el valor que le quieres dar. Una foto que va en primera plana, en un periódico o revista, a cinco columnas, tiene el valor maravilloso de que la pueden ver mil millones de personas y tiene tanto valor que, a lo mejor, el fotógrafo por hacer esa foto ha perdido la vida.

«Una foto, si es buena, tiene todo el valor que le quieras dar».


Puede ser realmente duro…

Sí.

Tras medio siglo detrás del objetivo, habiendo pasado por su lente personajes de la talla de Paul Newman, García Márquez, José Cela, Doris Lessing o Dalí, ¿ha sentido alguna vez pavor, miedo de no estar a la altura de captar la esencia de quien se presta a su disparo?

Esto es como lo de los toreros: siempre que salen, se mueren de miedo. Eso me pasa a mí. Soy una persona que, primero, soy sumamente tímido, aunque parezca mentira; pero tengo una gran responsabilidad de lo que hago. Entonces, hay veces que me da auténtico pavor que no ser capaz de que el personaje que yo estoy haciendo la gente no lo sienta como lo siento yo. Y eso hay veces que…. bueno, intento que no pase. Lo intento, pero a veces pasa.

¿Qué es lo más difícil de capturar?

El alma. Si tiene alma, tú lo retratas porque es una lucha continua con él. Si no tiene alma…

«Si tiene alma, lo retratas porque es una lucha continua con él. Si no tiene alma…».


¿Alguna vez ha perdido una foto? Un momento que se le escapara y no fuera capaz de captar.

Sí, muchas veces, muchísimas. Pero nunca lo he comentado y no lo voy a comentar ahora. No vaya a ser que me regañen. ¿De acuerdo? [Pregunta con mueca traviesa].

Si de todo su legado sólo pudiera salvar una fotografía, ¿cuál sería?

Ninguna [sentencia tajante] porque las quiero a todas. Todas han tenido un día de gloria y, a una persona que ha tenido un día de gloria, hay que respetarla. Además, haría un gran feo a las otras fotos que no podría.