CLARA RODRÍGUEZ MIGUÉLEZ | Fotografías: Clara Rodríguez Miguélez |
Para cuando Juan Pablo Colmenarejo entra en la sala, todo está dispuesto para el sofá, que no va sobre una reedición del Chester, sino que está ahí para una charla-coloquio sobre redes sociales y periodismo. El evento cuenta hasta con una mesilla de periódicos, en la que los noticieros de papel fingen que han estado toda la mañana atareados y reposan ante la vista de los presentes. Chicos, polos y corbatas configuran una mayoría de hombres previsible en el Colegio Mayor Peñafiel, la entidad organizadora. Su disposición, de pocas sillas -pero bastantes sillones- crea una atmósfera distendida de mil rincones, cuyo público calla, sin embargo, si el que habla es Colmenarejo. El conductor de ‘La Linterna‘ (el programa vespertino de la COPE), congregó alrededor de medio centenar de personas, que buscaron espacio en el salón a las 13:30 del miércoles 21.
Cuenta el célebre locutor que en un evento, alguien le pidió una vez perdón a su esposa. Cuando esta preguntó por qué, el asiduo del programa radiofónico -que, para que la broma se entienda, estará bien recordar que acaba casi con la medianoche- respondió que se acostaba con su marido todas las noches. Lo que podría quedar en anécdota de esas que despiertan la risa en el auditorio, dice mucho de la cercanía de la radio, la gran favorita de entre los medios para el periodista. Para él, la radio es escribir en el aire. Las preguntas fueron el formato elegido para delimitar la vasta extensión del tema del día: ¿es Internet beneficioso o perjudicial para la profesión? “Es tan sencillo contar algo con las nuevas tecnologías, que los intermediarios corremos el peligro de que se nos crea prescindibles”, comenzó por advertir Juan Pablo Colmenarejo.
El profesional sacó a colación múltiples puntos de interés, puso ejemplos, saltó con agilidad de un tema a otro. “Ahora alguien hace una foto y la manda a Washington. ¿Es verdad lo que cuenta? La inmediatez hace que la respuesta sea ‘no lo sé, publícalo’ y así, quien se pone a contar algo antes, es el que gana, da igual que sea verdad o mentira”, explicó enseguida.
Aunque el periodista defendió la utilidad de las redes sociales y las herramientas de la web, puso de relieve que a menudo significaban la tentación de recorrer el camino más corto y renunciar a las comprobaciones, entre otros peligros. “Los periodistas trabajamos entre la fuente que quiere ocultar y el público que quiere saber”, recordó, mientras realzaba la importancia de los matices: “Ahora el público quiere participar, pero no, a lo que tiene derecho es a saber, porque trabajamos para el público, pero no a las órdenes del público”, remató. Transigir en este tipo de exigencias, alegaba, significaría caer en un populismo informativo, que acerca a la propaganda y desvincula al periodismo de su labor social.
A su alrededor se mezclaban los estudiantes de Periodismo, pero también una mayoría de jóvenes de otras titulaciones, y otros periodistas que, por gusto o por oficio, se asentaron en la sala. El director del colegio, Manuel Brisset, y el director de la COPE, Luis Jaramillo, apadrinaron al invitado estrella en la sesión, al que presentaron y acompañaron, sentados en el mismo sofá. El especialista repetía la importancia de una ‘receta clásica’ como si de un mantra se tratase, ante un presente de infoentretenimiento: informar, formar y entretener, pero sin olvidar los dos primeros verbos, aconsejaba desde el sofá, inclinado hacia delante. Mientras, entre bambalinas y como público, aparecieron profesionales como Eduardo Gordaliza, director de informativos de RTVCYL, la periodista de ABC Montse Aserrador o la fotógrafa de El Norte de Castilla Henar Sastre, además de otros periodistas de la agencia ICAL, de la propia COPE y otros medios que cubrieron el evento.
Consejos, bromas y debate afloraron antes y después de la comida prometida, reclamo suficiente para que todos los asistentes dejaran el sillón por un rato, ante el canto de sirena de canapés y dulces. Colmenarejo ya había confesado que, si bien no sabe dónde surgió su vocación periodística, admiraba de niño a aquellos profesionales que, según supo después, eran periodistas. “Todo cuenta, desde la primera práctica hasta la última entradilla que se ha escrito en la misma mañana”, remarcó.
Si bien la interrupción y el punto y seguido resultaron poco convencionales, brindaron nuevas fuerzas a la tanda de preguntas. Cataluña había recibido cierto protagonismo en los primeros temas: de su situación, el periodista apuntó que las “realidades paralelas transmitidas a la velocidad del clic parecen ciertas”. Especialmente preocupante parecía el uso de redes sociales en un conflicto así, de desconexión emocional y tuit rápido, así como los problemas a raíz de la tristemente célebre postverdad, pero en la segunda parte ganaron terreno la naturaleza de las tertulias, la radio y ‘La Linterna’. Para cerrar el recuerdo del mediodía, viene a la mente un rayo de esperanza: ¿hay futuro para el periodismo, para los medios tal y como los conocemos? Parece que el veterano locutor lo cree así, y quizás precisamente gracias a ese miedo a la ‘postverdad’. “El público joven ha vuelto sus ojos al periodismo clásico, porque quiere que se le cuente la verdad”, afirma. Puede que, al llegar a la madurez o al final del día (lo que llegue antes), lo que apetezca realmente sea volver a encender la radio.