ALBA DACUÑA GONZÁLEZ | Fotografía: Alba Dacuña |
En la actualidad conocemos numerosas huellas que la pisada del franquismo ha dejado en nuestra sociedad: una herencia de diversas consecuencias sociales, políticas y económicas, entre otras. Pero en nuestra conciencia colectiva todavía queda por incorporarse un factor fundamental para comprender este represivo período en toda su magnitud. No es otro que el ‘Legitimar el régimen a través de las mujeres: La mujer ideal franquista’, título protagonista de la tercera jornada del I Congreso Internacional: Territorios de la memoria. El franquismo a debate, realizado en el Salón Lope de Rueda de la Facultad de Filosofía y Letras. «El tratamiento de este tema ha sido casi invisible», afirma Virginia Martín, que tuvo el honor de mediar entre tres grandes investigadoras acerca de la influencia de las mujeres en la legalización del franquismo y su función a ejercer.
Con casi media hora de retraso, abre la conferencia con avidez Rosario Ruiz Franco, Doctora de Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. «Ojalá algún día no haga falta organizar este tipo de eventos», dice esperanzada, porque eso significaría la normalización de este tema invisibilizado. Se centró en las reformas legislativas que se aprobaron y derogaron a lo largo de mediados del siglo XX, más concretamente durante la dictadura, y que tuvieron un claro impacto en el papel de las mujeres en todos los ámbitos.

Tal y como relata en su libro ‘¿Eternas Menores?’, explica, con una gran capacidad de síntesis, cómo la política de género implantada por el régimen franquista estaba basada en un orden jurídico que las marginaba social y profesionalmente, las sujetaba completamente al varón y las encerraba en el núcleo familiar. Se pasó de una II República que avanzaba en cuanto a igualdad de género a un período que cerraba toda nueva posibilidad de cambio. Con el fin de la guerra en 1939, las mujeres vuelven al hogar, a la aguja y a la Iglesia: al paternalismo que invalidaba su independencia social y ecónomica. Pero lo que Rosario pretendía durante su ponencia era dar voz a aquellas luchadoras que impulsaron renovaciones legislativas igualitarias, como Mercedes Formica y María Telo Núñez. Ambas fueron mujeres abogadas comprometidas con la causa feminista que ayudaron a la mejora de la situación jurídica femenina, gracias a leyes como la de 1958 o 1975. «No dejaron de pelear hasta la fecha de su fallecimiento, porque todavía queda mucho por defender en los derechos de las mujeres», concluye entre aplausos del público.
Tras una breve presentación, tuvo la palabra María Rosón, investigadora e historiadora del arte de la Universidad de Valencia, que no dudó en mostrar su gratitud y honor por compartir mesa redonda con las demás invitadas. Rosón trató de forma clara y concisa la identidad visual de los mandos de la Sección Femenina de la Falange, así como su forma de enfocar la masculinidad y de interpretar la modernidad. Los altos mandos de esta rama femenina y las afiliadas tenían como misión transmitir al grueso de la población la sumisión doméstica. Aquí nos revela una ambivalencia: a pesar de alimentar este mensaje patriarcal, también fueron la única minoría que pudo ejercer cierto poder y un modelo alternativo de feminidad. Un modelo alterno que se formó, en gran parte, por su conocimiento del impacto de las imágenes.
Como bien explica a continuación, las fotografías son la fuente principal de su labor, ya que a través del aparato visual que ellas mismas generaron se aprecia mucho mejor la cara a lo doméstico que en un texto. Con la proyección de varios retratos en blanco y negro, entre las que destaca la cara de Pilar Primo de Rivera, observamos las estrategias que utilizaban para mostrar modelos ambiguos de cuerpo que recuerdan al clásico y austero perfil griego, con unos rasgos en términos escultóricos, un uniforme azul que aporta el carácter militante… Además, comenta el reglamento físico al que estaban sometidas y su influencia del modelo de belleza chic hollywoodiense, así como su forma de ridiculizar a todos aquellos grupos femeninos que no siguieran los dogmas de la Falange Española. Tras mencionar una serie de despropósitos que causaron hasta risas entre los presentes, Virginia Martín da paso a la siguiente convidada: Raquel Osborne.

Profesora de Sociología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Osborne parte de la idea de que el franquismo veía a la mujer como causante de la destrucción de España. De esta manera, existía la creencia de que había que restaurar a la mujer para poder regenerar la nación. No había otra forma que mediante la educación a niñas y jóvenes que, o se unían a órdenes religiosas y se hacían monjas, o entraban en la ya comentada Sección Femenina. Todo ello bajo la doctrina del nacionalcatolicismo. Con firmeza nos aclara que ambos grupos tienen en común la segregación de sexos y la feminización del currículum, pero que a la vez compiten entre sí a la hora de educar a las jóvenes y dogmarlas al franquismo.
Para ello, proyecta la representación gráfica de las Monjas Superioras del Sagrado Corazón de la época, en contraste con otra imagen de la Sección Femenina que no tiene nada de parecida a la anterior: una mujer con la camisa azul un poco desabotonada y mucho más moderna. Es decir, ambas tienen el mismo objetivo pero su forma de seducción y representación son totalmente distintas. Unas eran deportistas y se dejaban ver realizando actividades al aire libre, mientras que otras se basan en la exacerbación de la espiritualidad como camino a la perfección y a la salvación de la patria. Por otro lado, Menciona a la gran periodista y escritora feminista Carmen Alcalde, que parece «la protagonista transversal de la ponencia», bromea al haber sido citada por las tres investigadoras. Narra la historia de cómo Carmen, sometida desde pequeña a este adoctrinamiento religioso, despierta de este discurso de subordinación al hombre y comienza a dejar atrás ese pensamiento de «la mujer es el espejo del hombre» o la función maternal de «entregar los hijos a la patria».
La ronda de debate y preguntas no fue posible por problemas de tiempo, pero se dejaba en el aire una idea muy clara de lo expuesto durante esta hora y media. Dentro de la propia desigualdad de género desarrollada en la dictadura, se esconde mucho más de lo que se suele mostrar en los libros de Historia: un cometido de doble filo en manos de la mujer franquista que, a pesar de obtener una autoridad a la que nadie estaba acostumbrado, no deja de estar sometido a las órdenes patriarcales impuestas en la época. Unas doctrinas que hoy en día debemos destapar sin tapujos para valorar todo aquello que se sacrificó y que no podemos dejar que desaparezca otra vez.