Fotografías: Rafaela de Campos y Livia Foschini
Aunque en los últimos años haya ganado, quizás, más protagonismo por el enfoque de los medios y la insistencia de sus activistas, el feminismo es un movimiento con más de tres siglos de historia. Es algo que siempre ha estado ahí, aunque muchas veces relegado a un segundo plano. Durante las jornadas ‘Feminismo y Multiculturalidad’, acogidas por la Facultad de Derecho de la UVa los días 26 y 27 de noviembre, pudimos conocer diferentes profesores y especialistas de toda España.
Ana Rubio Castro trató de explicar que, en momentos de crisis, el Estado siempre se ha intentado reforzar arraigándose a principios tradicionales que parten del miedo y la violencia. Y una de las herramientas que ha utilizado para paliar el desequilibrio social, económico y político es la exclusión de las mujeres.
Este es uno de los muchos puntos de partida que nos permiten ver ver cómo siempre se nos ha tratado -a las mujeres- desde la perspectiva de un déficit de autoridad, déficit que a día de hoy sigue estando presente. Los datos lo evidencian: más del 90% de las responsabilidades tradicionales son ocupadas por la mujer. Son los rescoldos de la sociedad patriarcal y tradicionalista de la que venimos.
Rubio propuso como solución para ser valoradas como sujetos políticos y racionales -de la misma manera que los hombres- el reconocimiento político para restituir ese déficit de autoridad y de valor. Esto nos llevaría a ser reconocidas en la historia como plenos sujetos políticos y, posteriormente, jurídicos. Esta oportunidad para reconstruir el sistema debería venir de la mano de una inminente reforma de la Constitución.
La brecha salarial también salió en el debate. Se trata de algo inconcebible que se suma a los muchos baches que la mujer moderna sigue encontrando hoy en día.
También se habló del concepto del machismo. ¿Qué es? ¿Solamente los hombres pueden serlo? Una persona machista es aquella que, a lo largo de su vida, ha recibido y perpetuado una educación según la cual la mujer es inferior al hombre, tanto en términos morales como intelectuales. Este hecho es independiente de que la persona que se ha visto sometida a ese dogma sea hombre o mujer.
La sociedad actual, aunque en ocasiones lo parezca, no ha desterrado de su ideario ese tipo de pensamientos. Unos de los causantes de este hecho son los propios líderes políticos. Sin irnos más lejos, la Sección Femenina del 34 -justamente fundada por Pilar Primo de Rivera, una mujer- dio pie a que se normalizase en la vida cotidiana de una mujer los factores: hogar, familia y belleza. Pero esto no es algo de los años 30, es un fenómeno que puede observarse desde la Edad Media -e incluso antes-. Es por ello por lo que aún resuenan ecos en pleno siglo XXI y, precisamente por eso, debemos luchar por la igualdad de derechos y oportunidades. Nunca es tarde, pero ya es hora.
Por otro lado, la profesora Ángeles Solanes Corella abordó tipos de violencia no tan conocidos o habituales como otros: las mutilaciones genitales femeninas, los matrimonios forzados, los crímenes de honor y la polémica del uso del velo integral en el espacio público. “Informar para educar” fue una de las frases de su ponencia que mejor resume la solución a los comportamientos que generan este tipo de situaciones.
Encarna Bodelón, en su charla sobre los matrimonios forzados, amplió esa información. Es complicado diferenciar un matrimonio pactado o forzado. El 41% de la población mundial de entre 20 y 49 años (un total de 400 millones de mujeres) han sido obligadas a casarse siendo menores de 18 años.
Según explicaba Bodelón, ha costado mucho visibilizar este tipo de uniones como una clase más de violencia de género. Los pocos casos que están llegando a las instituciones son detectados por procesos ilícitos de migración o por denuncias de violencia machista. Los casos de matrimonios forzados suelen descubrirse vinculados a otros patrones violentos, pero, por sí mismos, ninguno.
La docente María Esther Martínez Quinteiro, por su parte, profundizó en el tema de los Derechos Humanos. Habló sobre el terreno tan movedizo que abarcan: es inevitable que surjan posturas enfrentadas. ¿Son principios basados en que el hombre tiene la razón y conciencia o solamente son figuras jurídicas que respetar?
Este dilema lo ejemplificaba con el matrimonio homosexual, autorizado o prohibido dependiendo del marco en que se encuadre. De igual manera sucede con el aborto. Cada uno apela a los marcos culturales que les parecen más oportunos y que les convienen para atraer a un mayor número de personas. Todo se resume en que estamos ante un concepto y una naturaleza interpretados de maneras diferentes, es por eso por lo que decimos que el campo de los Derechos Humanos no es un terreno pacífico.
Fuera de la teoría de toda esta jornada, la mesa redonda formada por Celia Gabarri (Fundación Secretariado Gitano), Imen Laib (ACCEM Valladolid) y Ana Victoria Pérez Peláez (Amnistía Internacional) y moderadas por la periodista Arancha Jiménez funcionó perfectamente: la invitadas intercambiaron experiencias con los asistentes sobre su vida como mujeres.
Imen, argelina, vino a España con la ambición de cursar estudios superiores y ya lleva 7 años instalada aquí. Nos clarificó cómo la mujer emigrante tiene todavía que luchar con muchos estereotipos que le impiden integrarse y, en su caso, a pesar de sus titulaciones y su dominado español, le impiden todavía imbricarse con naturalidad. Forma parte de ACCEM y colabora dando clases de inicio al español -entre otras muchas actividades- intentando ayudar a todas estas personas que llegan sin recursos y solo quieren otra oportunidad.
Ana Victoria, por su parte, venía en representación de Amnistía Internacional y compartió con los asistentes la serie de proyectos que llevan a cabo para erradicar las situaciones tan escabrosas que se dan en países como Burkina Faso. Situaciones provocadas por la violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, ya que la sexualidad es un tema muy tabú en determinados países todavía.
Por último, Celia expuso una realidad más cercana relatando experiencias personales que ha vivido dentro de la comunidad gitana, a la que pertenece, para abrirnos los ojos y darnos a conocer otro punto de vista y otra forma de lucha. Ella la desempeña educando a las jóvenes y reivindicando sus derechos. Quiso puntualizar que los medios de comunicación muestran una imagen peyorativa de la comunidad gitana, algo que cala de manera muy fuerte en la sociedad. Instó a los responsables de estas informaciones a que recapacitaran: «No es justo y es una forma de generalizar bastante modificada con el único fin de ganar audiencia», defendió.