LAURA CENALMOR SÁNCHEZ | Fotografía: Ciudad de los Niños de Carbajosa  |

Francesco Tonucci (Fano, Italia, 1941) es un reconocido pensador, psicopedagogo y dibujante italiano. Estudió Pedagogía  en  Milán.  Con 28 años comenzó a satirizar la escuela mientras escribía e ilustraba libros bajo el seudónimo de “Frato”.  Es autor de numerosas obras sobre el papel de los niños en la sociedad. Con esta idea, en 1991 llevó a cabo en su pueblo natal el proyecto de Ciudad de los Niños. Tuvo mucho éxito y llegó a extenderse por doce países distintos. Su trabajo cobra especial importancia el Día Universal del Niño, que se celebra cada 20 de noviembre. Es la excusa perfecta para festejar los avances conseguidos y, sobre todo, reflexionar sobre los pasos que aún hay que dar para mejorar la calidad de vida de la infancia.

Pregunta: La aprobación definitiva de la Convención de los Derechos del Niño, uno de los tratados más reconocidos del mundo,  cumple 31 años el 20 de noviembre. ¿Cuáles fueron las bases que los gobiernos se comprometieron a cumplir? 

Respuesta: El compromiso que los países adquieren al firmar la Convención es muy fuerte. Si todos los Estados que firmaron lo cumpliesen, no habría problemas. Todos los países del mundo, menos EEUU, han ratificado este tratado. Esto me crea ciertas dudas. Muchos de los países firmantes no respetan asuntos  importantes, como la libertad de expresión o el trato a las mujeres. Es algo que me hace pensar que tampoco respetan a los niños, y no creo que lo hagan.

En el Artículo 42 se comprometen a que los contenidos de esta convención sean conocidos  por parte de niños y adultos. Es evidente en el caso de los mayores de edad, pero interesante en el caso de los más pequeños. Uno de los últimos libros que escribí se llama ‘Manual de guerrilla urbana para niñas y niños que quieren conocer y defender sus derechos’ . Lo publiqué con el objetivo de que los niños pudiesen protestar por el incumplimiento de sus derechos.

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Viñeta de Francesco Tonucci. Fotografía cedida por la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada.

El primer tema en el que se basa la Convención es el de la protección, que se representa en el Artículo 3. Afirma que, cuando se enfrentan los intereses de los menores con los intereses de los adultos, se deben priorizar los de los primeros. Pero en la realidad sucede lo contrario. 

El segundo pilar es la idea del niño como ciudadano. Es fundamental en el proyecto que yo lidero desde hace 30 años. Consiste en  el reconocimiento de los niños como ciudadanos. Esto es nuevo porque antes, la idea era que los niños eran futuros ciudadanos. La Convención mantiene el estado de ciudadanía a los niños desde el nacimiento.

P: La situación que se vive a causa del coronavirus, ¿de qué manera está afectando a los niños y a sus  derechos? ¿Se están teniendo en cuenta sus necesidades?

R: Durante la pandemia, después de haber decidido confinar en casa a todo el mundo, los gobiernos empezaron a analizar cómo esto tenía excepciones necesarias. Se valoró la necesidad de obtener alimentos, la de fumar, la de salir a pasear al perro…

Estos análisis nunca llegaron a tener en cuenta las necesidades de los niños. De hecho, los niños fueron encerrados en casa sin más. No se consideró, por ejemplo, que el derecho que más vale a lo largo del desarrollo infantil es del juego. También significa encontrarse con los amigos.

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Viñeta de Francesco Tonucci a favor de una escuela alternativa. Fotografía cedida por la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada.

El único derecho que sobrevivió para los niños fue el de ir a escuela. Pero no a la de siempre, sino a una virtual que a los pequeños de la casa no les gusta nada. La mayoría se aburre con la escuela de  clases,  lecciones,  deberes…y esta es la única que sobrevivió.

P: ¿No se les facilitó la tarea?

R: Creo que se podía haber hecho un trabajo mucho más interesante para promover un contacto virtual entre ellos. Tanto nosotros como proyectos como  la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada (Salamanca) hemos mantenido abiertos los consejos para los menores.

Esto se podía haber hecho en las escuelas como una manera más fluida de forjar vínculo con los alumnos. Además, ningún centro suspendió sus programas. Siguió con el temario tal y como aparecía en los libros de texto,  a pesar de lo que pasaba en el mundo

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Viñeta de Francesco Tonucci que muestra la poca flexibilidad del profesorado. Fotografía cedida por la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada.

P: Usted fundó el proyecto de La ciudad de las niñas  y  de los niños, que cuenta con la participación de unas 200 ciudades en doce países. ¿Cómo surgió este movimiento y cuáles son sus bases conceptuales?

R: Antes de ocuparme de ese proyecto, hacía tiempo que me dedicaba a la educación infantil.  El núcleo filosófico de todas mis propuestas se puede considerar el protagonismo de los niños. Es decir,  el derecho de los niños a ser el personaje principal de su desarrollo, regimiento, educación…

En los años 90 solía reflexionar sobre el tema de la soledad en los menores de edad. Todos decían que era un tema privado del que tenían que hacerse cargo las familias. Yo contestaba que era algo de interés público y de lo que se  tenía que hacer cargo la sociedad. Por eso hablé de este asunto con el  alcalde de mi ciudad natal.

En una ocasión, el ayuntamiento  de la localidad había organizado una semana dedicada a la infancia. Hay que tener en cuenta que corría el año 1991, cuando Italia se adhirió a la Convención de los Derechos del Niño. Por lo que era un tema actual y con fuerza.

El alcalde me invitó a participar como asesor  en esta semana y en un Consejo Municipal dedicado a la infancia. El ayuntamiento quería continuar con esto como un evento anual. Me ofrecieron asumir la dirección de este. Yo acepté con la condición de que no fuese un evento, sino un proyecto.

P: ¿En qué consistía este proyecto?

Viñeta de Francesco Tonucci que muestra cómo los niños contribuyen a la seguridad. Fotografía cedida por la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada.

R: Las ciudades van dirigidas a cumplir las necesidades de  un ciudadano prototipo. Por ello, la propuesta final es que se asuma a los niños como parámetro para evaluar y cambiar una ciudad. Esto no es para crear una urbe infantilizada, sino para estar seguros de que no estamos olvidándonos de nadie.

El proyecto se mueve sobre dos ejes. El primero es la participación de los más pequeños en el Gobierno de la ciudad . El Artículo 12 de la Convención dice que todos los adultos tienen que consultar a los menores de su entorno antes de tomar cualquier decisión que los afecte. Este tema se basa en el Consejo de Niños y Niñas que asesora al alcalde.

El segundo eje es la autonomía.  Los niños tienen derecho a moverse libremente en su propia ciudad. Para favorecer la recuperación de una independencia que se ha perdido, proponemos la experiencia de ir a la escuela solos. Es una proposición muy conectada con el tema del juego.

P: ¿En qué sentido?

R: El juego es un tema de niños y cuanto menos lo toquemos los adultos, mejor. Hay que darles autonomía para que puedan buscar amigos y  decidir qué hacer. Jugar significa inventar; arriesgarse; enfrentarse a obstáculos; probar la satisfacción de superar un límite o la frustración de no conseguirlo; descubrir cosas nuevas; conocerse y conocer a los demás… Ninguna de estas cosas es posible si hay un adulto que les vigila.

Viñeta de Francesco Tonucci que muestra la ciudad como espacio de juego. Fotografía cedida por la Ciudad de las Niñas y los Niños de Carbajosa de la Sagrada.

En cuanto a los espacios de juego, la única alternativa real es la ciudad. Los juegos son infinitos, porque se inventan y se practican en cualquier lugar. Además, a los adultos no nos gustaría que nos obligaran a encontrarnos en un lugar en concreto. La libertad de reunión es un aspecto de la democracia.

En conclusión, lo que vale para nosotros debería valer también para los niños. Yo insisto mucho en un concepto al que llamo la ciudad jugable. Se trata exactamente de lo que he definido: una localidad en la que los niños puedan salir de casa, encontrarse con amigos y buscar un lugar bueno para jugar.