Qué guapa, estás más delgada

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ELENA ESTEBAN RAMOS  |  Fotografía: Laura Hernández

‘Dudo que yo posea la capacidad de decirle a un gordo que es sexy. Se lo puedo decir, pero ya que se lo crea…’ declaró Carlos Montero, creador de la serie Élite, para justificar por qué no había incluido cuerpos no normativos en la famosa producción española. ‘Igual que muestro piscinas y casas de ensueño, muestro también cuerpos de ensueño’. Laura, estudiante de Bellas Artes, empezó a intuir que estar gorda no era algo por lo que enorgullecerse muchos años antes: ‘recuerdo ir dándome cuenta con el tiempo, con los disfraces en Carnavales. Tú no puedes llevar esto’.

La gordofobia es el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de ser gordas, y se fragua en la infancia. H. Penny y G. Haddock, dos psicólogos sociales, llevaron a cabo un experimento para comprobar a qué edad desarrollaban los niños prejuicios sobre el peso de sus pares. Descubrieron que, desde los cinco años, los niños notaban que estar gordo no era deseable, y preferían hacerse amigos de aquellos más delgados. Sin embargo, la gordofobia no se ha quedado en el patio de recreo. A las personas con sobrepeso se las presupone moralmente reprobables porque se cree que si no están delgadas es porque no se han esforzado lo suficiente.

Esta concepción de que estar sano es estar delgado, y estar delgado es tan fácil como comer saludable y hacer deporte obvia factores genéticos, económicos y socioculturales, señala con el dedo a culpables. Según la OMS, la obesidad ‘es una compleja enfermedad multifactorial no transmisible’. Es esta aproximación desde la salud la que, a veces, legitima el discurso gordófobo. Al fin y al cabo, alabar a tus amigas cuando adelgazan, aconsejar a tus seres queridos que se cuiden más o señalar que el peso de un desconocido en Internet es insano es por su bien, ¿no?

Laura no lo tiene tan claro. ‘Si yo sé cuál es mi estado de salud, tú no te tienes que meter ahí’. Mientras que la imagen física es evidente, señalando recurrentemente el peso se pueden promover enfermedades mentales, a veces relacionadas con la alimentación. La propia OMS reconoce que ‘las personas con obesidad suelen ser objeto de estigmatización y sesgos, incluso entre los profesionales de la atención de salud, lo que, a su vez, repercute en el apoyo y el tratamiento que reciben’. Desde muy pequeña, los médicos inculcaron a Laura que todo lo que le pasaba era por estar gorda. ‘Me decían: tienes que apuntar una a una las chuches que te comes al día. Un diario de cada cosa que me metía en la boca, con diez años’.

En 1995, la marca de cereales Kellogg’s lanzó su conocida dieta Special K, que consistía en desayunar, cenar y tomar como aperitivos sus barritas y cereales. Durante más de una década, su campaña de publicidad consistió en enseñar mujeres, ya de por sí delgadas, abrazadas a un cuenco de cereales para sentirse bien poniéndose un bikini o bajando los kilos que habían ganado en Navidad. La cultura de la dieta, especialmente dirigida hacia ellas, no deja a nadie a salvo de la gordofobia internalizada, y pone muy difícil aceptar el propio cuerpo, aunque este se ajuste a los estándares sociales. Pero a medida que te alejas de la norma, más presión añade.

El borrado también se produce en las calles, en los transportes públicos que no tienen asientos que acomoden cuerpos diversos, en las tiendas de ropa que ofrecen como talla máxima una 42. Laura, como muchas otras, entró a la adolescencia comprando pantalones en la misma tiendo en la que lo hacían su madre y su abuela. Aunque en los últimos años la oferta ha crecido, sobre todo por Internet, señala que sigue siendo difícil defender tu estética si no estás delgada. ‘Estás en el momento de entrar a ser joven adulta y decir: quiero tener seguridad en mi cuerpo, ser sexy. Y todo te está diciendo que no puedes serlo’.

Carlos Montero ya dejó claro que esa no es la tarea de Élite, pero la falta de referentes con cuerpos no normativos en la ficción lleva años patente. Y cuando por fin aparece un personaje gordo lo hace con connotaciones negativas, se le convierte en una caricatura del fracaso, la pereza o los complejos. Solo en los últimos años, en series juveniles como Euphoria o My mad fat diary se ha dado espacio televisivo a actrices que encarnan experiencias y crecimiento independientemente de su peso, pero ‘los referentes han tardado en llegar un montón. ¿Antes qué referentes había? Pumba en El Rey León, y es un jabalí’.

Todavía cuesta hablar de gordofobia por el tabú alrededor de las palabras ‘gorda’ o ‘gordo’. Años de utilizarlas como insulto las han recubierto de una apariencia peyorativa que es difícil quitar para utilizarlas en positivo. Incluso aunque ese reparo nazca de la buena intención, para Laura: ‘si tú eres la persona que está tomando gorda como insulto le estás dando tú la negatividad. Una persona no es rellenita o fuerte. Al final, la gente gorda existe, y ya está’.