RAÚL MILÁN VILLALÓN | FOTOGRAFÍA: RAÚL MILÁN
La iglesia de San Agustín, de iglesia-convento, sepultura de la nobleza, a polvorín de guerra y ruina consolidada. Una restauración realizada en el año 1999 transformó las ruinas de este antiguo edificio religioso en el moderno Archivo Histórico Municipal De Valladolid.
La iglesia de San Agustín, ubicada en la calle de Santo Domingo de Guzmán es uno de los 57 edificios religiosos que alberga la ciudad de Valladolid. Sus orígenes se remontan al s.XIV, momento en que la orden de los agustinos, que llevaban desde tiempos de Enrique III de Castilla (1379-1406) fundando conventos en la ciudad (Convento de San Pablo, el de Santa Catalina, el de Santa Isabel o el de San Quirce), deciden iniciar la construcción del edificio.
Así la orden de los agustinos, artífices de gran parte del desarrollo urbanístico de varias zonas cercanas a la iglesia. En el año 1407 inician la construcción del primitivo convento, al trasladarse la totalidad de la orden al palacio del Condestable Ruy López de Dávalos, emplazamiento actual de la iglesia.
La construcción de la iglesia de San Agustín, realizada en dos etapas: la primera en tardogótico, inspirada en la Colegiata Jesuítica de Villagarcía de Campos. Y la segunda fase, en estilo clasicista, se prolongó entre los años 1550 y 1627, y su diseño se deben al arquitecto Diego de Praves.
El cuerpo de la iglesia tiene una sola nave alargada de nobles proporciones. Con cinco capillas por lado entre contrafuertes. Las dos últimas capillas de cada lado están situadas bajo el coro que se alza sobre bóveda de aristas.
Adosadas a la iglesia se construyeron varias capillas funerarias, hoy desaparecidas, entre ellas destacaban la del banquero italiano Fabio Nelli, propietario del Palacio de Fabio Nelli.
Durante la Guerra de la Independencia y la invasión napoleónica el edificio sirvió como albergue para las tropas francesas asentadas en Valladolid. Lo que ocasionó importantes deterioros y el expolio de gran parte de las riquezas que mantenía el convento desde el s. XIV. En 1814, acabada la guerra, se retoma la vida conventual con tan solo cuatro monjes.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823) fue desalojado nuevamente. Para después retomarse la vida eclesiástica hasta 1835, año en el que prácticamente fue desmantelado en su totalidad a causa de la Desamortización de Mendizábal (1836-1837).
A lo largo del s. XIX el edificio fue deteriorándose progresivamente y a medidos de siglo se encontraba en un estado deplorable. Algunas partes del conjunto conventual fueron derribadas y cedidas a la Hacienda militar.
Se tiene constancia de que el convento sirvió como panadería, mientras que el templo fue utilizado como granero. En este mismo siglo la Academia de Bellas Artes de San Fernando presentó un informe en el cual se contemplaba la posibilidad de proceder a su derribo, hecho que afortunadamente no aconteció.
Desde principios del s. XX, la iglesia se mantuvo en un estado de ruina consolidada. En 1925, el claustro fue desmantelado, siendo trasladado al Museo Arqueológico de Valladolid para, tras su paso por el Parque del Campo Grande, ser finalmente depositado en el Museo Nacional de Escultura. Por otra parte, la arquería del edificio se recuperó tras la restauración de la iglesia, como un elemento arquitectónico adosado a la fachada.
En 1942 el Ayuntamiento de Valladolid adquirió las ruinas del edificio, permaneciendo desde entonces sin uso, aunque en ocasiones sirvió como escenario de acontecimientos culturales.
Tras la magnífica restauración acometida entre 1999 y 2022 el edificio se convirtió en la sede del Archivo Histórico Municipal de Valladolid. Su documento más importante y antiguo es un privilegio de Enrique I de Castilla (1204- 1217) por el que se dona al Concejo de Valladolid la villa y castillo de Cabezón de Pisuerga. Todo esto en reconocimiento de la fidelidad del concejo al rey frente a los conflictos con la nobleza.