LAURA GARCÍA BORGES | Fotografía: Laura García Borges |
Son las doce de la mañana y el hall de la Facultad de Filosofía y Letras empieza a tener vida. Un vaivén de gente cruza sin cesar en los pasillos. Algunos desaparecen y otros se detienen. El decano de la facultad, Javier Castán, se dispone a comenzar la lectura del Manifiesto de la Red de Unidades de Igualdad de Género de las Universidades Españolas para la Excelencia Universitaria (RUIGEU) un día después de la jornada internacional contra la violencia de género “las Universidades, a través de sus Unidades de Igualdad, reivindicamos nuestro papel de agentes activos en la lucha contra todo tipo de violencia sobre las mujeres.”
45 mujeres han sido asesinadas en España en lo que va de año a manos de su pareja o expareja. Cuarenta y cinco vidas que han sido arrebatadas por la violencia machista que está asentada en nuestro planeta y que representa una de las mayores lacras de la sociedad. Asimismo, desde que se empezaron a contabilizar los asesinatos en 2003, la cifra ya asciende a 973 víctimas. El manifiesto señala que “en nuestro contexto social de convivencia es fundamental erradicar el acoso sexual o por razón de sexo en la esfera laboral y académica, los abusos y agresiones sexuales en entornos festivos, la explotación sexual y reproductiva, la trata de mujeres y niñas con fines sexuales, la violencia simbólica sexista, la cosificación de la mujer, la hipersexualización de las niñas y un largo etcétera de actos violentos que se ejercen contra las mujeres por el mero hecho de serlo.” Muchas mujeres viven una pesadilla constante en los distintos ámbitos de su vida y no se sienten amparadas por el sistema. Penas de cárcel irrisorias para los maltratadores, asesinos y violadores, poner en duda la credibilidad de la víctima y humillarla son algunas de las prácticas que hacen que las afectadas sientan que denunciar no sirve para nada, aunque esto no es así.
Las universidades y sus Unidades de Igualdad velan por eliminar de manera radical las conductas machistas y las desigualdades entre géneros que se puedan dar en el entorno educativo. El compromiso con el cambio social hacia la igualdad tiene como pilar fundamental el rechazo total hacia aspectos que perpetúen la imagen que el sistema patriarcal ha reproducido sobre la mujer y la tolerancia cero hacia la violencia de género. Es por ello que la “dotación económica dispuesta en el Pacto de Estado, y gestionada por las Comunidades Autónomas, debe contener la previsión correspondiente para incluir a las universidades como agentes intervinientes en la lucha contra la violencia de género, dotándoles de medios materiales y humanos suficientes para alcanzar su objetivo.”
Asimismo, las mujeres no son las únicas víctimas de este tipo de violencia. Los niños y niñas, hijos de la pareja, son muchas veces asesinados, están presentes cuando sucede la agresión o quedan huérfanos a edades muy tempranas. Estas cuestiones pueden ser un factor clave y negativo para el desarrollo de la personalidad de los menores.
Otro de los puntos que quedó patente en la lectura del manifiesto es la importancia de la perspectiva de género. Esta está siendo incluida en muchos ámbitos educacionales porque es necesaria para educar en la igualdad y que poco a poco el cambio social esté ya en nuestro sentido común para facilitar detección estas conductas abusivas y erradicarlas. “Es una exigencia que no puede ser eludida ni ocultada ante los resultados que derivan de un sesgo inconsciente en la valoración, adopción y mantenimiento de medidas de protección y garantía. Porque la ausencia de perspectiva de género en la evaluación de los hechos que fundamentan la violencia de género lleva a la consolidación de falsos presupuestos, otorgando autoridad a quienes niegan la existencia de una violencia sistémica contra las mujeres” puntualiza el manifiesto.
Es un avance importante que la comunidad universitaria de España haya puesto el foco en esta realidad que golpea a las mujeres desde hace mucho tiempo y haya aceptado un compromiso para erradicarla, aunque, a pesar de los cambios sociales, la concienciación y los movimientos de esta última década hayan ayudado a paliar algunos efectos de la desigualdad de género, no es suficiente. Y no es suficiente porque todavía las asesinan, las maltratan, las invisibilizan, las hipersexualizan y las tratan como si no fueran seres humanos. Cuando esto se erradique por completo y las mujeres tengan los mismos derechos y privilegios que los hombres, se podrá hablar de igualdad. Este acuerdo entre universidades servirá de ayuda para deconstruir las actitudes que hemos adquirido como consecuencia de vivir bajo el yugo del sistema patriarcal.