HELENA MASEDO GARZÓN  |  Fotografía: Pixabay

Los libros han sido, desde sus orígenes, una de las herramientas educativas más influyentes en la esfera geosocial. Además de apoyar el conocimiento, su uso recreativo y académico ha favorecido la proliferación de lectores alrededor de todo el mundo, y se estima que para 2029 este número supere los 2.500 millones.

Uno de los motivos que explican este auge es la fragmentación del espectro literario según género narrativo. Entre los volúmenes más vendidos, se encuentran la novela romántica, seguida de la novela histórica y la novela policiaca, aunque diversos sondeos han detectado gran afluencia de lectores en las novelas de fantasía y romantasy, con gran interés por parte del público más joven.

Así, a través de plataformas como TikTok o Instagram, las comunidades literarias se han multiplicado en los últimos años. Mediante técnicas de visibilización activa, tanto autores como booktokers han promovido el hábito narrativo y la interacción en foros, y alcanzado una audiencia mucho más amplia y participativa.

¿QUÉ SERÍA DE LA VIDA SIN LOS LIBROS?

José Luis Pardo afirmó, en un artículo publicado en El País, que es posible vivir dignamente sin libros. La trayectoria histórica mundial así lo demuestra: las tasas de analfabetismo comenzaron a descender especialmente en el siglo XX y principios del XXI. En la actualidad, en cambio, tanto lectores como no lectores convienen en que vivir sin literatura no es accesible a cualquier sociedad.

Uno de los motivos es el fomento del pensamiento crítico. Exponentes de la literatura distópica como George Orwell (1984) y Ray Bradbury (Fahrenheit 451) explican a través de sus obras cómo la censura de libros conlleva la pérdida de identidad, criterio social y derechos básicos. Este efecto, en simultaneidad con la conservación de la cultura, ha supuesto, por tanto, la preservación de cualquier noción identitaria y temporal a través de la literatura.

Otra de las razones que descartan una vida sin libros, defendida por la comunidad lectora, es el denominado “efecto refugio”. Este fenómeno explica cómo los libros son capaces de establecer un espacio de reflexión y escapatoria personal, muchas veces originado por una similitud entre las impresiones del lector y el carácter de los personajes.

Por otro lado, la literatura es la principal fuente de inspiración de los escritores. El consumo narrativo de este colectivo incide directamente sobre su procedimiento de redacción, voz y estilo, así como afianza el desarrollo de los protagonistas. Lejos de únicamente potenciar la creatividad, a partir de los libros es posible escribir nuevas historias.

¿PUEDEN LOS LIBROS CAMBIAR LA VIDA A LAS PERSONAS?

Aunque esta es una cuestión muy debatida, lo cierto es que existen opiniones que confirman este fenómeno. Desde una perspectiva científica, los libros pueden potenciar el desarrollo personal, ofrecer alternativas académicas a patologías psicológicas leves y mejorar habilidades. Entre ellas, Inspiranza.org destaca la de la concentración, la empatía y el bienestar emocional, aunque se ha demostrado que la lectura también reduce el estrés y se emplea como herramienta de atención pedagógica frente a la dislexia.

Además, con relación al proceso de exposición cognitiva, la lectura promueve una oratoria más segura, un amplio espectro de vocabulario y una mejora de la comunicación y la argumentación.

Sin embargo, la mayoría de lectores recurren a la perspectiva emocional de la literatura para defender su presencia en sus vidas. Esto implica conexiones identificatorias con los personajes, capaces de trasladar al lector a las páginas del libro. Este sentimiento de correspondencia tiende a observarse en mayor proporción entre el público joven, y más específico entre las adolescentes, que consumen novela romántica y young-adult.

Finalmente, en el ámbito personal, los libros constituyen fuentes de información que permiten a las personas potenciar su vida o adquirir hábitos saludables. Este tipo de lectura comprende volúmenes desde crecimiento individual y finanzas hasta psicología del orden, como sugieren autores como Marie Kondo (La magia del orden) y George S. Clason (El hombre más rico de Babilonia).

FINES TERAPÉUTICOS DE LOS LIBROS

Diversos estudios consideran a los libros útiles herramientas terapéuticas en la proyección de patologías y la toma de decisiones.

Por ejemplo, se conoce que durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la denominada biblioterapia comenzó a potenciarse en Alabama, Estados Unidos. Esta manifestación medicinal, según explica un artículo de El Mundo, sugiere la terapia a través de libros, y fue analizada por médicos y bibliotecarios en soldados con fuertes signos traumáticos. Tanto científicos como bibliotecarios evidenciaron una mejora de las condiciones patológicas de los examinados.

Junto a la biblioterapia, también se ha experimentado con el factor escrito sobre pacientes con ansiedad. Las conclusiones determinan que ambas actividades derivan en la mejoría del estado de ánimo y reducen el riesgo de tendencias suicidas.

Juan José Millás añade: “se empieza a leer por las mismas razones por las que se empieza a escribir: para comprender el mundo. El lector, como el escritor, nace del conflicto. Sin conflicto no hay escritura ni lectura. Leemos y escribimos porque algo no funciona entre el mundo y nosotros”.

La lectura no es solo un hábito. Además de facilitar el ejercicio cerebral, es capaz de potenciar el discurso individual a través del debate. Los expertos coinciden en que estos índices pueden superarse cuando la conversación gira en torno a la propia literatura, lo que lleva, incluso, a fomentar la ayuda en la toma de decisiones.

CONCLUSIÓN

La literatura, y, en consecuencia, las novelas, no son únicamente herramientas de entretenimiento. A través de ellas, es posible trazar otros fines o fomentar la interacción entre lector y trama.

Los libros constituyen, pues, el núcleo del pensamiento crítico, el germen de la defensa de los derechos individuales y la principal vía de escape de muchos consumidores. Sin embargo, la lectura siempre invita a reflexionar sobre el sentido que puede concederle a los hábitos, por más que la gran mayoría opte por, simplemente, disfrutar del tiempo a solas en compañía de un puñado de personajes.