MARÍA GUERRA VALCÁRCEL | Fotografías: María Guerra
La afabilidad tiene arrugas, viste de azul marino y porta gafas de estampado leopardo. Uno de los grandes de la generación de los 60 del cine español acercaba una cara amable y familiar que derrochaba humildad. Mario Camus, director de cine y guionista, llegaba al edificio Rector Tejerina de la Plaza Santa Cruz sin demasiada demora. Este miércoles a las 5 de la tarde entraba por la puerta de la Sala ‘Martín González’ para dar su conferencia De la literatura al cine. El reto de adaptar una novela.
Llego con mi cámara y me siento. Abro el portátil y una anciana curiosa se me acerca y me dice: “¿Harás tú la crónica?”. Sorprendida afirmo y ella comienza a hablarme sobre los valores de ser un buen periodista, la labor de la rapidez y de la verdad, escribir con criterio en un medio de comunicación. Entra Mario Camus en la sala y de forma cercana da las buenas tardes al público. Javier Castán, director de la cátedra de cine de la Uva, presenta al ponente. Le define como “uno de los grandes del cine español, director y escritor”. Camus nació en Santander en 1935 y pertenece a la corriente de la generación de los 60 del cine español. Es un revolucionario que empieza a hacer un cine distinto al anterior y que lucha contra la censura.
“No importaba demasiado la cantidad de espectadores. Nunca tuvimos éxitos multitudinarios”, explicaba Camus ante el hecho de que en la década de 1960 no se consumía cine español. Después todo se encauzó, se acabó la censura y llegaron los 80. Fue entonces cuando el público cambió y empezó a tener verdadera fama. Pero lo que le importaba a Camus era conseguir una película intelectual, cuyos objetivos principales estaban lejos del beneficio económico: “Tener una buena película no se subestima a través de si es taquillera”, declara. Aparece una nueva forma de hacer cine y tenía que conseguir llegar a un público distinto. Era un cine que estaba a medias entre las comedias americanas y el filme histórico, este último explotado de una manera obsesiva.
A partir de los 70 empieza su momento de éxitos con películas como Los días del pasado, La colmena o Los Santos Inocentes. La literatura está muy unida al cine en sus grandes películas: “He hecho cine porque he leído o quizás he leído porque he hecho cine”, expone Camus. Al principio empezó como guionista en 1957 cuando escribía. El trabajo que más le costó hacer y que le dejó absolutamente satisfecho fue la adaptación de la novela de Galdós, la cual hizo él solo. Era la obra de Fortunata y Jacinta trasladada a una miniserie televisiva que duró 10 capítulos. Castán le pregunta sobre su evolución en el cine y Camus se asombra y exclama: “¡Caramba!, son muchos años para resumirlo así de deprisa”.
Camus es una persona humilde que no reconoce la labor de su trabajo tanto como sus admiradores, ni siquiera recuerda los años en los que se han ido publicando sus obras. Castán le invita a seguir haciendo cine ya que solo con su nombre podría hacer lo que quisiera, pero Camus discrepa: “Con mi nombre no llego ni a la puerta del edificio, hay que seguir los trámites regulares como todo el mundo”, opina. Con tantos halagos por parte de Castán, y por lo que parece también por muchas otras personas que admiran su trabajo, desata las risas del público al decir: “Parece que me queréis hacer alcalde “. Critica la financiación que tiene el cine español a la hora de hacer películas, ya que de 2 o 3 directores que aparecen cada año lo único que se pueden permitir hacer son cortos que ninguna televisión, y aún menos un cine, se atreve a estrenar. De ahí que piense que “buscar dinero para hacer una película es un infierno”.
Y llega el momento de hablar de Delibes. Para él fue un caso muy especial, no puede decir más que cosas formidables sobre él porque, como dice, “con Miguel todo era estupendo”. Llega la ronda de preguntas pero solo da tiempo a realizar una porque la conferencia termina, y de una forma peculiar. Camus hace saber que tiene necesidad de ir al baño y le pregunta a Castán si puede finalizar ahí su ponencia. El público entre risas aplaude y el director de cine desaparece. La mujer que me habló al principio se despierta después de una hora dormida, me mira y exclama: “¡Qué poco se ha enrollado!, ¿verdad?”, a lo que le respondo: “Lleva casi una hora hablando”. Camus una vez más se ganó el cariño y la aceptación del público, del despierto y del dormido, y le dejó con la miel en los labios esperando hacer unas preguntas que ya no serán respondidas.
Muy buen artículo, María Guerra!!!
Cada artículo que lanzas,se te ve crecer como periodista.Poquuto te va a faltar para ser impecable.Enhorabuena
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