ALBERTO DE PEDRO ABASCAL | Fotografía: Facebook |
La documentalista austriaca trabaja en la nueva obra Nowhere, su proyecto más ambicioso que muestra cómo es la vida de un refugiado. Para hacerlo realidad ha dado sus primeros pasos en el crowdfunding y así poder transmitir a su público la realidad de miles de personas
Hay muchas vidas memorables y dignas de ser contadas. Y también individuos predestinados a difundir de alguna manera sus relatos. Una “contadora de historias” es Natalie Halla, quien trabaja como abogada de Derecho Internacional y ejerce su mayor pasión al mismo tiempo. “Me dedico a hacer documentales porque me encanta. Me gusta expresarme artísticamente y creo que el medio audiovisual lo cumple todo: está la música, la historia, la imagen… Aparte me gusta sobre todo contar historias de vidas humanas, sociales… y creo que con un documental se puede hacer un pequeño cambio en el mundo. La gente que ha visto mis obras ha cambiado algo en su vida y ha puesto en marcha nuevos proyectos”, explica.
En realidad cursó las carreras de Derecho y Traducción e Interpretación, y dice que nunca estudió cine ni fue a una escuela audiovisual. “Quería hacer algo que tuviera relación con viajar y también ayudar a gente. Hacer algo social. Creo que he encontrado realmente lo que me hace feliz”.
Inspirada siempre por su abuela, pintora, cuenta que en todo momento admiró cómo puso todo su corazón en su arte. “Fue una gran persona, y muchas conversaciones con ella han sido las que me han animado a dedicarme a esto”, añade.
En este momento trabaja en el documental más importante para ella, Nowhere, pues tiene tintes de su vida personal impregnados en la historia: el relato de su hermano. “La idea surge porque tengo un hermano que tiene una historia de supervivencia. Él huyó de Vietnam cuando tenía 8 o 9 años. Sin padres, solo en un barco que tardó varias semanas en cruzar el mar”, dice. Se salvó de una muerte casi segura cuando un pescador lo rescató. Así consiguió llegar a una isla de refugiados en Malasia y sobrevivió un año más antes de llegar a Austria, donde los padres de Natalie le sacaron de un campo de refugiados y pasó a formar parte de su familia. “Vino con nosotros cuando yo tenía sólo cuatro años por lo que no tengo recuerdos de cuando él llegó. Para mí siempre ha sido mi hermano”, explica. “Su evolución ha sido increíble y ahora es un gran médico que ayuda a mucha gente. Ha superado sus traumas”.
La idea surgió hace dos o tres años cuando vino la primera oleada de refugiados de Siria en barco y sintió, de repente, que todo se repetía. Las historias que había contado su hermano Ngoc sobre su huida en barco, su experiencia… «Todo eso me vino a la mente y pensé que era el momento de contar su historia. Sobre todo para que la gente se dé cuenta de que ellos no son gente extraña. Son como nosotros y si les ayudas y les das una oportunidad ellos pueden devolver a la sociedad mucho más de lo que han recibido”, comenta.
Con este documental quiere luchar contra el racismo. Su familia le inculcó siempre la idea de que las fronteras son innecesarias y que todos debemos ayudar a quien lo necesite. “La gente por la calle siempre dice ‘mira, un vietnamita’, pero no conocen su historia. No saben qué ha pasado en su vida o qué está haciendo ahora. Mi hermano es un claro ejemplo de integración positiva y de lo beneficioso que puede ser ayudar a otra gente”, añade.
Su primer trabajo, Drugmothers, surge a raíz de una beca que Natalie recibió de Naciones Unidas para ir a Lima, Perú. Estaba en un programa contra las drogas y tenía acceso a cárceles peruanas, donde contactó con mujeres que estaban presas por tráfico de drogas. También grabó partes de su documental en la selva, donde viven los indígenas que cultivan la hoja de coca. “De alguna manera me di cuenta de que toda esta gente y estas mujeres no son delincuentes sino que están obligados por la situación que viven a cometer esos delitos, aunque yo no considero un delito cultivar hoja de coca si es para sobrevivir. El crimen viene después de manos de los narcotraficantes que hacen un gran negocio con ello”, cuenta. “Primero tienes que resolver la vida de esas personas para impedir que se dediquen a cultivar hoja de coca o a hacer micro-tráfico. Lo hacen porque no les queda otra opción. Quería contar la situación de la cocaina desde otro punto de vista”. Explica que fue un viaje muy duro y emocional a la vez, ya que las mujeres encarceladas estaban allí con sus hijos.
Ésta fue su primera creación realizada de manera profesional y comenta que su experiencia fue muy buena. Lo presentó en la Seminci porque para ella era el paso más lógico. Estuvo de Erasmus en Valladolid y siente un cierto arraigo por esta ciudad.
Respecto a su mayor producción, dice que probablemente sea su documental Life in Four Elements, y hasta ahora el que más éxito ha tenido: tres premios internacionales. Con esto pretende mostrar la vida de aquellas personas inmersas en su elemento; aire, fuego, tierra o agua. “Me motivó mi hermano Philippe, que es el elemento aire. Él fue saltador de base y tras hablar mucho con él me motivó a hacerlo porque yo nunca entendí cómo alguien puede arriesgarse tanto y hacer algo cuyas opciones son la vida o la muerte”, comenta. “Elegí cuatro personas; cada uno dedicado con pasión a un elemento. Quería que la audiencia sienta lo que es estar dentro de sus vidas”.
¿Por qué los elementos?, “porque son la naturaleza, todo se fundamenta en ellos. Las estaciones del año, los signos de las estrellas… todo se basa en los elementos. Para nosotros son cuatro, para otras culturas son cinco… pero al final siempre es lo mismo”.
Para crear un documental de este calibre la economía es siempre la parte más complicada. Producir películas con calidad profesional es muy caro y las fuentes de ingresos pueden llegar a ser escasas. Natalie financia sus proyectos por medio de su propio trabajo. Hace dirección, producción y a veces filma ella misma con la cámara, lo que abarata los costes.
“Para Nowhere he conseguido financiación pública y ahora estoy intentando una campaña de crowdfunding porque necesito terminarlo ya, y al ser un documental muy potente necesita una buena posproducción para que realmente llegue a los mejores festivales”, dice.
Explica que es la primera vez que intenta sacar adelante un proyecto con el crowdfunding. En cinco días ha conseguido un 10% de su meta. Hacer una película realmente es muy caro cuando se quiere hacer de manera muy profesional. Este método de financiación le parece, además, una idea muy bonita e interesante porque permite a todo el mundo aportar algo en un proyecto que concierne a muchos.
Amante de los viajes y de las culturas, Natalie habla seis idiomas porque, según explica, quiere ser independiente. “Quiero poder entenderme con casi todo el mundo y como documentalista me ha dado muchísima ventaja porque puedo hacer las entrevistas en varios idiomas. Es diferente si tienes que depender de un traductor. No llegas igual al alma de la gente. Cuando hablas su idioma todo el mundo se abre”.
Dirigidos a todos los públicos, sus creaciones pueden ser vistas por cualquiera, explica. “Simplemente es para gente que no sea superficial. Que le interese”.
En relación a cómo elige los temas de sus documentales, aclara que ella no es una documentalista de un sólo sujeto. No se ata a nada. “Simplemente creo que son los temas los que me eligen a mí y surgen de repente. Pienso ‘eso es algo que quiero mostrar’”. La libertad de la contadora de historias.