Ainhoa Jiménez Arranz  |  Fotografía: unsplash |

No, esto no es una broma. Nos están matando. Pero parece que el periodismo se ha convertido en una especie de chiste a oídos de los ciudadanos. ¿Y qué les importa a ellos la muerte de unos simples bufones? Consideran que nuestro trabajo es tan sencillo, que siempre pueden contratar más gente que no tenga nada mejor que hacer que escribir artículos.

A pesar de que nuestra labor no se toma en serio, nos están matando por ella. Pero parece que el periodista solo existe para ser tildado de mentiroso o estúpido, no para hablar de algo tan grave como su asesinato. Así que, he de suponer que eso se debe a que admitir que se mata a un periodista por ejercer como tal, sería el equivalente a admitir que a lo mejor su trabajo no es el más fácil del mundo. O algo menos agradable: que estamos haciendo bien nuestro trabajo.

Se ha extendido la falacia determinista, quizá por ese contagio político que no podemos evitar, de que todos los periodistas somos iguales, es decir, unos mentirosos. Pero lo cierto es que no todo lo que escribimos es mentira, porque sino nos matarían por escribirlo.

Sin embargo, ya no son solo los ciudadanos quienes ignoran la existencia de estos crímenes. Ahora resulta que las noticias no tienen hueco para la muerte de quienes las elaboran. El propio periodismo está cerrando los ojos ante su asesinato. ¿Pero no deberían ser los propios medios quienes más alarmados estuvieran ante esta situación? Nuestra realidad se ha vuelto tan surrealista que ya no nos lloran ni nuestros propios compañeros.

Y lo mismo ocurre en las aulas. ¿Cómo es posible que se pasen semanas hablando de temas relacionados con la política, pero no dediquen ni un solo minuto a denunciar una muerte más? Tenemos, entre nosotros, a grandes profesionales del periodismo y ninguno ha sido capaz de mencionar que una periodista ha sido asesinada por hacer su trabajo.

Creo que una de las funciones de nuestra formación es que seamos conscientes de los peligros a los que se enfrenta nuestra profesión, que no son pocos. Y llega un momento, cuando ya es la cuadragésima vez que escuchas Cataluña, que dices: esto es de locos. ¿Las cuestiones políticas tienen más importancia que nuestras materias, pero el hecho de que se esté arrebatando la vida a periodistas es algo tan poco importante que no merece ser mencionado?

Bastantes insultos y menosprecios tenemos que soportar debido a nuestra profesión, pero esto es lo peor. Si queremos que el mundo se dé cuenta de estos homicidios, los primeros que tenemos que alzar la voz somos nosotros mismos. Si no nos respetamos entre nosotros, ¿Quién lo va a hacer? No hay nada por encima de la vida de una persona, y las nuestras no son diferentes.