ALEJANDRO LOSADA FERNÁNDEZ  |  Fotografías: Alejandro Losada Fernández  |

La periodista Teresa Aranguren impartió la conferencia “Rostros de mujer, escenarios de guerra” en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho. Cuenta con una amplia experiencia en Interviú, El Independiente y Telemadrid en los que ha cubierto numerosos conflictos bélicos como la guerra de Irán-Irak (donde fue la única mujer junto con una fotógrafa libanesa), la Guerra del Golfo y el conflicto de los Balcanes.

María Luisa L. Municio fue la encargada de empezar el acto y de ofrecer una pequeña biografía sobre Teresa Aranguren a los asistentes, entre los que se encontraban los reporteros Tamara Crespo y Fidel Raso. Hecha la presentación, los ojos se centraron en la invitada, que ofrecería unos relatos que pondrían la piel de gallina.

El primer testimonio se centró en la Guerra del Golfo, en concreto en el 15 de enero de 1991, fecha en la que “dimos una imagen de luces verdes en el cielo”, que en realidad se trataban de “escenas de muerte y destrucción, cuerpos desmembrados”. Antes de continuar con más ejemplos que había vivido en primera persona, ofreció unos consejos a los que, como ella, quieran dedicarse al periodismo de guerra: “Hay que tener cierta modestia y respeto sobre las personas de las que vas a hablar”, para después afirmar que deben informarse primero “sobre la literatura, la historia y los elementos de esa gente”.

«EL PERIODISTA DEBE TENER CIERTA MODESTIA Y RESPETO SOBRE LAS PERSONAS DE LAS QUE VA A HABLAR»

El mundo de las guerras ha cambiado. Si antes se luchaba cuerpo a cuerpo, como en el caso de Yugoslavia, donde los contendientes se veían cara a cara mientras se atacaban “con armas blancas, como un cuchillo, una bayoneta”, en la actualidad se puede “apretar un botón y matar de manera indiscriminada”. Sin embargo, según Teresa Aranguren, parece “menos cruel” matar en el cuerpo a cuerpo que hacerlo a través de un simple botón: “Es la hipocresía humana”, sentenció. Además, quiso acabar con la creencia de que en las guerras la mujer es más víctima que el hombre. “No es cierto”, afirmaba, puesto que “en aquellas guerras donde se viola a la mujer como botín de guerra, a los hombres se les degüella”.

Teresa Aranguren quiso mostrar al público tres ejemplos que han marcado su carrera. El primero ocurrió en la ciudad palestina de Ramala en el año 2002, cuando trabajaba en Telemadrid. En una “calle bastante ancha, una avenida, que sale desde el centro y en los laterales hay jardines y muretes de piedra”, había dos chicas que “iban recogiendo piedras, munición”. Esta escena se producía con los soldados israelíes a tan solo 200 metros de distancia. En apenas un momento, se pasó de disparos de botes de humo a fuego real. La periodista realizó un pequeño inciso para señalar que “siempre son los cámaras y los fotógrafos los que tienen mayor riesgo”. De vuelta al relato, “se despejó la escena y vimos a tres jóvenes heridos en el centro”, pero la ambulancia no podía socorrerles, ya que cuando se acercaba “arreciaban los disparos”.

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María Luisa L. Municio (derecha) escucha con atención las experiencias vividas por Teresa Aranguren.

Una mujer apareció por un lateral. “Caminaba tiesa, sin agacharse”, explicaba la periodista. Se situó de pie, con “los brazos estirados, en los que llevaba una bandera y un bolso”, delante de los tres jóvenes, de tal manera que se encontraba frente a frente con el ejército de Israel. Este decidió disparar cerca de las piernas de la mujer, que seguía sin moverse, pero “sin intención de darle”. Unos muchachos, en ese momento, aparecieron por atrás para poder llevarse a la ambulancia a los jóvenes heridos, uno de los cuales acabó falleciendo. Teresa Aranguren buscó después a la mujer, pero “no la pude encontrar”.

El segundo testimonio tuvo lugar en Belgrado. “Llegamos cerca de la medianoche y estaba oscuro”, decía la periodista, ya que “no había luna y el pueblo se había quedado sin electricidad”. El motivo de ese viaje era que había 23 muertos, de los cuales 13 eran niños. Una vez dentro del hospital, en el cual había varios heridos, una mujer llamó su atención: “Estaba en una cama y a mí no me parecía herida. No emitía ningún sonido, parecía ida y tenía un objeto en la mano”. Llena de curiosidad, Teresa Aranguren preguntó al médico, que, ya fuera de la habitación, le explicó: “No se lo puedo quitar, es un trozo del cuerpo de su hijo de 11 años”. En ese mismo lugar, otra mujer se acercó a la periodista con una bandeja y un café. Un gesto que tenía su significado: “Tenía el sentido de ´sigo siendo una mujer que no le gusta que pasen extranjeros y no podamos ofrecerles café´”.

«No se lo puedo quitar, es un trozo del cuerpo de su hijo de 11 años»

El tercero de los escenarios fue Irak, en una “gran nave con un sótano enorme”, donde más de mil personas se refugiaban de los bombardeos. Pese a ser un refugio, “fue bombardeado con un misil que dejó un boquete” a través del cual se introdujo un segundo misil, que “provocó que estallaran las calderas del agua”, cuya temperatura era superior a los 1.000 ºC. Una escena completamente desoladora en la que la mayoría de los cuerpos “no se pudieron recuperar porque estaban como desintegrados”. Cuando Teresa Aranguren visitó la zona vio a una mujer que no sonreía, “lo cual es raro en una mujer árabe”. Había perdido a sus dos hijos, a su hermana, a su madre… Desde entonces, se dedicaba a cuidar “el edificio y la tumba de sus hijos y las demás”. La mujer, al final, le confesó: “Yo moriré aquí, donde mis hijos”.

Sin embargo, sería en Cisjordania el recuerdomás impactante que he visto”. Los edificios se encontraban derruidos y completamente aplastados: “Vi a gente removiendo los escombros y sacando cadáveres”.

Antes de terminar la conferencia, quiso elogiar la figura de la ministra de Nueva Zelanda por “cómo ha gestionado la atrocidad” y criticar a los dirigentes de Estados Unidos y Brasil, “dos hombres machistas y xenófobos al extremo y despectivos con el débil”. Asimismo, sentenció que “hay determinados valores que deben dejar de ser de la mujer para ser sociales”.