Hoy hace dos meses salía de casa para estudiar fuera por primera vez. El destino: Santiago de Compostela; la razón: la concesión de una plaza SICUE en la Universidad de la capital gallega. Antes de llegar pensé en escribir algo sobre la experiencia que viviría y que estoy viviendo este curso, pero hasta el momento no me he puesto a ello, probablemente por una mezcla de pereza y rutina diaria. A día de hoy, no obstante, creo que las diez semanas que tengo a mis espaldas son suficientes para dejar plasmadas algunas experiencias y adelantar otras que puedan venir próximamente.
La palabra que ha reinado todos estos días en mi cabeza ha sido, sin duda, la de “comodidad”. Algo que puede sorprender a aquellos que no conozcan Compostela es su tamaño: no llega a los 100.000 habitantes, con lo cual, poco o nada tiene que ver con lo que estamos acostumbrados los de la UVa: apenas hay distancias, y se puede recorrer perfectamente en un día (eso sí, con un buen calzado, paraguas en mano, y una dosis de paciencia, ya que no se cansará de subir y de bajar calles y calles).
Pero no nos olvidemos de que los “Sénecas” o “Sicues” venimos aquí a estudiar (a pesar de lo que muchos puedan pensar, de la fama que tengamos desde fuera y de que admitimos que aquí, la verdad, hay mucha, mucha fiesta). Periodismo. Aquí es una carrera que goza de algo que muchos en Valladolid desearíamos: una facultad propia, solamente para futuros periodistas y alumnos de Comunicación Audiovisual. Además, dispone de unas instalaciones envidiables: amplios platós de televisión, radio, salas de edición, de cámaras y un larguísimo pasillo que alberga “laboratorios”: laboratorio de fotografía, de producción… en fin, aún tengo que recorrerlo de cabo a rabo.
Los profesores en cambio, tienen sus más y sus menos. Ya no imparten licenciatura, porque aquí se ha extinguido, así que tenemos clases “a la boloñesa” todos los alumnos, los licenciados que están de intercambio (entre los que me incluyo), también. El aspecto práctico de las asignaturas la verdad es que todos lo llevan bastante a rajatabla, se tiene muy en cuenta, y eso además se nota en la actitud de los alumnos. Eso sí, hay profesores y…”profesores”, como en todos lados, unos más competentes, aunque la importancia de la parte práctica de las asignaturas es lo que las da realmente la utilidad, que es algo que yo personalmente no encuentro en muchas de las materias que he cursado durante estos años en Valladolid: mucha teoría y muy poca práctica.
La verdad es que la experiencia que estoy teniendo es muy diferente a la que me esperaba antes de llegar aquí. Académicamente y a primera vista, las materias que estoy cursando parecen realmente interesantes: todas están relacionadas con el periodismo y la mayoría, con las nuevas tecnologías, algo a por lo que yo me tiré de cabeza, porque en Valladolid ese tipo de conocimientos prácticamente brillan por su ausencia en la Licenciatura. Sin embargo, tampoco es oro lo que reluce, porque no todos los profesores tienen las mismas tablas a la hora de abordar temas prácticos, y muchos dejan bastante que desear.
Compañeros, estudiantes, amigos… gentes gallegas diversas: otro de los puntos fuertes que estoy encontrando este año. Es cierto que ya llegué conociendo a algunas compañeras, pero nada que ver con lo que me he encontrado. Lo cierto es que no he conocido a tanta gente como aparentemente se puede creer desde fuera (cuando sales a otro país o a otra ciudad para estudiar la visión general es de que se conoce a un montón de gente diferente) pero todo el mundo te acoge con los brazos abiertos, te hablan, te preguntan, se sientan contigo en clase, se preocupan por ti, incluso te dicen “¿qué tal el gallego? ¿lo entiendes bien?” (sí, las clases son en gallego, un aspecto que se me olvidaba comentar) . La verdad es que eso es algo que nos falta a muchos castellanos, la hospitalidad, la humanidad, saber acoger a alguien que se encuentra un poco “perdido”.
Creo que es pronto para aventurarme a decir poco más. Es cierto que echo de menos todo lo que he dejado atrás, y que en muchos casos pienso si realmente esto merecerá la pena, si no estaría mejor en casita y estudiando con los compañeros de todos los años. Pero no voy a desperdiciar las ganas con las que he llegado. Al fin y al cabo esto solo nos pasa una vez en la vida. La gente que como yo está este año fuera, volverá el año que viene, y seguramente se lamentará igual que yo cuando vuelva a la rutina que hemos dejado apartada por este año. Así es que, Valladolid, te echo de menos, pero nos veremos, irremediablemente, el año que viene. Hasta entonces, Carpe Diem.
Irene R. Diosdado, estudiante de 4º de Periodismo.
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