BÁRBARA HUERTA GARCÍA Y SANDRA FERNÁNDEZ LOMBARDÍA | Fotografías:
S. Fernández y B. Huerta |
Primero, fue el temblor. Después, gritos desesperados, sirenas inundando la polvareda en el aire, la repentina desolación de un país devastado: en Haití, el infierno continúa. El campo de refugiados de Tindouf acoge en medio del desierto a los saharauis exiliados tras la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental. Aquí, el infierno persigue a todo un pueblo que tuvo que decidir entre malvivir en un montón de tiendas de campaña o quedarse en su hogar y soportar la violenta represión de Marruecos.
Miguel Ángel Tobías decidió que estos pueblos olvidados se merecían una voz. El Salón de Actos del Museo Patio Herreriano acogió a dos de las películas del cineasta en las Jornadas de cine documental y diplomacia solidaria los pasados 4 y 5 de mayo. Durante cuatro horas, el pueblo saharaui y Haití fueron recordados de nuevo.
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Sueños de Haití
“Esta es una de esas películas de compromiso, una realidad que los medios deciden no contar y que el espectador no ve”. Javier Angulo, directo de SEMINCI, era contundente para presentar la reproducción del documental y a su director, Miguel Ángel Tobías.
78 minutos bastaron para que la sala se volviese un lugar emotivo, lleno de aplausos y con alguna que otra lágrima recorriendo las mejillas del público. Un documental marcado por el último plano: “Pedimos al mundo que no se olvide de Haití”. Miguel Ángel Tobías no lo hacía e iniciaba el debate de los participantes reconociendo que había visto el documental miles de veces y seguía con los pelos de punta.
Angulo no dudó en intervenir varias veces para dar a conocer su opinión sobre el documental y el cine de este tipo, al que él mismo se dedica: “En el cine documental tienes que encontrar a alguien que transmita los argumentos que quieres contar”.
Y Tobías los encontró, tres haitianos que, sin guion ni selección previa, presentaron la peligrosa situación que se vive desde 2010. “Si realmente existe el infierno, era Haití después del terremoto. No habíamos visto nada igual”.
Un infierno que los haitianos sueñan borrar. Aunque, para algunos, “el mayor problema es estar vivo”.
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Gurba. La condena
En el campo de refugiados de Tinduf, un tercio de los niños sufren de desnutrición crónica y más de la mitad de las mujeres tienen anemia. Desde la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental en 1975, decenas de miles de saharauis se vieron obligados a emprender un largo exilio del que aún no se han podido liberar.
El mayor problema es el agua. Con tan solo 11 litros al día, que en ocasiones se agotan antes de que se acabe el mes, las familias tienen que sobrevivir en el único campo de refugiados instalado en el medio de un desierto. Vivir de la caridad no es suficiente. Una de las niñas refugiadas se quejaba al comienzo de la película. “El sueño de una persona es estar en su tierra”.
Durante el debate después de la proyección, Miguel Ángel Tobías se mostró muy crítico con el régimen marroquí, que además de enriquecerse en las tierras saharauis, maltrata a los ciudadanos que se negaron a abandonar sus casas. “Todo es siempre por la basura del dinero”, se lamentaba.
Rufo Martín Mateo, presidente de la Asociación Cultural Amigos del Pueblo Saharaui en Valladolid, aprovechó para animar a los asistentes a apadrinar a los niños de estos campos. Junto a Tobías, recriminaron la pasividad de los gobiernos españoles. “Tenemos una responsabilidad moral”, explicaba el cineasta.
Con estas últimas reflexiones, se puso punto y final a estas jornadas de cine documental que llenaron toda la sala en las dos proyecciones. Tobías se propuso dar voz a los olvidados y lo ha conseguido.