BEATRIZ CASTAÑEDA ALLER | Fotografía: Beatriz Castañeda
“Es más grave el analfabetismo sobre África que el analfabetismo en África”. Con esta cita de la periodista Gemma Parellada, UMOYA Valladolid daba comienzo a las XV Jornadas África este martes, 23 de febrero. Tras ella se sucederían una total de tres conferencias cuyo objetivo sería promover una mayor concienciación hacia este continente, desconocido para la mayoría.
Y esto fue precisamente lo que logró Rosa Moro, periodista especialista en África, en un apasionante recorrido por Etiopía que bautizó como ‘Etiopía a primera vista’. En él, los asistentes pudieron conocer a fondo los rincones y secretos del país y abrir sus mentes hacia las costumbres africanas, una cultura -en ocasiones- tan incomprensible como fascinante.
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Etiopía a fondo
Etiopía es un país del Este africano. Es la quinta economía más grande de África y, desde 2004, uno de los países con mayor crecimiento económico del mundo. A pesar de ello, no destaca por una amplia presencia de materias primas. Por el contrario, el crecimiento se debe a la expansión del sector servicios y el agrícola, además de un moderado auge del sector manufacturero.
Este crecimiento viene de la mano de la acción de países extranjeros, a quienes el gobierno cede territorios para que los exploten libremente. De esta forma, las naciones más evolucionadas se hacen con el control de los grandes proyectos de construcción, las explotaciones agrícolas y la industria textil. Mientras, los etíopes se ven desplazados de los lugares en los que practicaban su economía de subsistencia, gracias a la cual lograban sobrevivir.
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La desigualdad, la otra cara del crecimiento
La naturaleza de estos beneficios tan espectaculares parte de la ingeniosa estrategia de los inversores, quienes han maximizado sus beneficios y reducido sus costes hasta el límite. Esto implica la explotación de personas y recursos a muy bajo coste o, incluso, a coste cero, además de un coste igualmente gratuito (inexistente) en sostenibilidad medioambiental y seguridad.
Esto es factible gracias a la corrupción del gobierno y a la explotación por parte de los empresarios de buenas relaciones con las autoridades, que controlan y administran los recursos públicos. Ellos son quienes hacen las reglas y, además, quienes las implantan. “El capitalismo es como una fuente de varios pisos: hay que echar mucho agua en la bandeja de arriba para que lleguen chorros a los de abajo”, apuntaba Rosa Moro.
A pesar de y gracias a este crecimiento macroeconómico, acompañado de la efervescencia que ocasionan las inversiones extranjeras, mucha gente consigue ganarse la vida dentro de las reglas de un sistema conocido como el «Sistema D».
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El heroico Sistema D
En palabras del periodista Robert Neuwirth, si hubiera un país que se llamase «United Street Sellers Republic» (juego de palabras con las iniciales de la Unión Soviética, que se traduce en «República de los Vendedores de la Calle Unidos»), toda la gente que viviera en él bajo la acción de la economía informal sería la segunda potencia económica en el mundo. Para realizar esta afirmación, el periodista se basa en los diez trillones de dólares que mueve esta práctica.
Según el Banco Mundial, en 1950, el 68% de la población del mundo vivía en los países en subdesarrollo y, en 2030, se prevé que llegará hasta el 85%. Esto se traduce en que la economía informal es responsable de las tres cuartas partes del empleo no rural en el mundo. Sin embargo, es necesario que reciclemos la imagen que tenemos de este sistema, que logra la supervivencia de una clara mayoría de la población mundial.
Lo que aquí llamamos mercado negro, muchos estudiosos lo llaman «Sistema D» (del francés Débrouillard(e), desenvuelto) y es conocido popularmente como “el sistema de la gente que se busca la vida”. Para sus practicantes, sobrevivir no se convierte en algo vergonzoso, sino en un sistema honorable para el que es necesario estar dotado de una serie de características que, si no se tienen, es debido desarrollar forzosamente.
El «Sistema D» no siempre está asociado a crímenes y robos, como equívocamente opinamos los países desarrollados. Se trata de mucha gente pequeña atendiendo las necesidades diarias de otra gente pequeña, honradamente, ganando unos beneficios ínfimos que permiten la supervivencia. En contra del capitalismo, la eficiencia no se basa en los beneficios, sino en el número de gente que puede sacar beneficio. “Si tienes una idea, un hueco en el que ganar algo: adelante, serás respetado mientras tu respetes”, comentaba Moro.
La periodista terminó invitando a los asistentes a una reflexión: “La mayoría del mundo vive así, y nosotros lo obviamos. Mientras que el sistema legal crea desigualdad, el «Sistema D» la reduce. Si el sistema formal no cuenta con más de la mitad del mundo… ¿no deberíamos cambiar el sistema?”.