ALBA DACUÑA GONZÁLEZ | Fotografía: Alba Dacuña |
Los asistentes a la conferencia del escritor, director y guionista Ray Loriga ya estaban todos acomodados cuando éste apareció con aire desenfadado por la puerta del aula Mergelina de la Facultad de Derecho. Un par de fotos, saludos a conocidos/as y sube al tablado para sentarse entre los coorganizadores del evento: Javier Angulo, director de la Seminci, y Paulo Camodeca, en representación del Congreso Internacional de Jóvenes Hispanistas, Teóricos y Comparatistas.
Comienza así la presentación de la clase abierta sobre las fronteras de la literatura y el cine. La cuestión se encarrila prontamente con una breve definición del perfil del autor, que no solo destaca por haber obtenido el premio Alfaguara de Novela 2017 con su libro ‘Rendición’, si no por haber dejado a sus espaldas un camino lleno de obras tanto literarias como cinematográficas que caracterizan su estilo preciso y mesurado: guiones como ‘Teresa, el cuerpo de Cristo’ o ‘La mujer del anarquista’, su novela ‘Héroes’ o algún que otro relato como ‘El hombre que inventó Manhattan’.
«Ponen una botella de vino y no hay sacacorchos», bromea entre risas para romper el hielo y para profundizar a continuación sobre cómo los mecanismos del cine narrativo son realmente extraídos del lenguaje literario desde el inicio de la industria. Lo hila en seguida con el complejo proceso de adaptación de una obra literaria al cine, donde «la película debe ser un poco tirana porque debe desechar lo que no le sirva; si pretende ser totalmente fiel está condenada al fracaso». Afirma que el procedimiento de transformación de una obra en otra es una tarea difícil, sobre todo cuando partes de una creación emergente que no pertenece a la burbuja del imaginario colectivo. Ocurriría lo contrario con las novelas breves y cuentos que ofrecen más margen creativo al director, mientras que las más extensas acostumbran a estar sometidas a un trabajo de mutilación y reducción en contenido y forma.
También ha encontrado huecos entre sus explicaciones para elogiar el talento de algunos compañeros de profesión como Pedro Almodóvar, con el que pudo compartir su primer contacto con el guionismo profesional gracias a ‘Carne trémula’; David Cronenberg y su «brillante adaptación» de la lisérgica narración de ‘El almuerzo desnudo’ o como Carlos Saura, cineasta con el que fundió su talento para transportar a la gran pantalla ‘El séptimo día‘. Seguidamente, con un tono modesto y del todo respetuoso, hace una referencia al largo proceso de adaptación de la novela ‘On the road’ de Kerouac, a modo de ejemplo de lo engañosa que puede resultar una historia literaria a la hora de pretender convertirla en película.
Con la mitad de la conferencia ya transcurrida, hace hincapié en que «la autocensura no es buena, hay que llevar la historia a la película que uno desea hacer» con el fin de defender la libertad de expresión creativa y mental de cada uno, así como puntualiza en este contexto que todo necesita y depende de una estructura, aunque luego sea para saltársela. Una clara prueba de estas afirmaciones no es otra que la adaptación cinematográfica de una de sus obras ya mencionada, ‘Teresa, el cuerpo de Cristo’, donde el hecho de realizar un encargo que se hizo a sí mismo lo impulsó a priorizar lo que más le interesaba.
Cuando las agujas del reloj marcaban las doce del mediodía aproximadamente, se abre la ronda de preguntas. La sala, que está prácticamente llena, se muestra tímida en un principio pero inmediatamente comienzan a verse manos levantadas y a un Ray Loriga dispuesto a contestar sin rodeos. Se tratan cuestiones sin tapujos: desde el límite que hay entre el homenaje y el plagio hasta la opinión del guionista en el tira y afloja del proceso de producción que, inexplicablemente, parece ser menos válida ante la opinión de otros, pasando también por la mención de nombres maestros como Godard, Brian de Palma y Tarantino.
Con todo lo comentado durante estas casi dos horas por el escritor, vemos claramente la infinidad de mutaciones que una obra puede llegar a adoptar y cuánto se puede llegar a enriquecer el universo de lo audiovisual del mundo de la literatura. Así, con la espontaneidad que lo acompañó desde el primer minuto, nos lanza un consejo propio y sincero: «a la hora de crear un guión, lo bello y ornamental que escribas sobra, ya que un guión no es una lectura de placer y no hay ni que entrometerse en la labor del director ni enamorarse de aquello que no se puede rodar».