Oporto, ¡ay!, lo que queda…

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Marina Bárcena y Celia García relatan su experiencia Erasmus en Oporto

Marina Bárcena y Celia García son dos alumnas de tercer año del Grado en Periodismo de la Universidad de Valladolid. Este curso se encuentra disfrutando de una beca Erasmus, con la que están estudiando en Oporto. Gracias a la colaboración del profesor Ismael García Herrero, nos cuentan su experiencia.

MARINA BÁRCENA CONDE y CELIA GARCÍA VIDAL  |  Fotografía: Marina Bárcena y Celia García

Hace seis meses decidimos crear una familia, con perro incluido, que llegó hace apenas cuatro semanas y, encima, lleno de manchas.

Estar de Erasmus es un concepto que posiblemente mucha gente solo entienda si va asociado a fiesta y alcohol. Pero no es solo eso. De hecho, no es eso. Estar de Erasmus va más allá.

Empiezas la aventura con la maldita búsqueda del piso perfecto, sin calefacción y con invasión de hormigas de por medio. Sin saberlo, consigues llegar a la Facultad y eres el reflejo del ‘guiri’ pintoresco con chanclas o el de chica española busca ‘tablao’ flamenco. Y, entre tanto, visualizas a un pequeño grupo de 5 estudiantes recluidos en la última fila del aula: et voilà! Son ellos, Erasmus.

Te enfrentas a un idioma nuevo que cuesta entender, descubres que sabes articular más de 5 palabras seguidas en inglés sin parecer estúpido y te das cuenta de que tienes por delante 9 meses de vida totalmente independiente, sin padres y con la web de Ryanair como página principal de tu ordenador

Pero la realidad es mucho más simple cuando se complican las cosas. Se te rompen dos puertas, otro día llamas a la policía y resulta que otro se va la luz y acabas pelando patatas iluminándote con velas porque en una fiesta alguien te pidió que llevases tortilla. ¿O lo ofreciste tú para fardar? Da igual, ni siquiera huele a la de tu madre. Tu madre. Tu madre, que ojalá estuviese ahora aquí para decirte si esa camiseta va a encoger o no. Y para darte un abrazo ya de paso. Pero solo de paso.

Y resulta que tanta jungla hizo más humano al animal y llega uno de los famosos “miércoles Erasmus” y lo último que se te pasa por la cabeza es el número de grados que deseas que tenga la bebida de esa noche. Y menos aún dónde te la beberás. Aunque todos los que estamos lejos de casa sabemos que hay ratos en los que la independencia vuelve a su estado más primitivo y rehúsa de perder su prefijo “in”. Pero no es, ni de lejos, con lo que nosotras nos quedamos.

Cuando se complican las cosas… viajas, de la renta depende que la huída sea físicamente. Cualquier día te descubres planteándote si está bien hacer pellas y disculparte en tu idioma para que parezca un despiste. Y al día siguiente quieres volver a estar bajo la presión que tenías encima el año que más aprendiste. Y de repente te das cuenta de que el panadero se sabe nuestro nombre y nos regala un pan de más cada visita a por cruasanes. Y llegas al ecuador de la aventura. ¿Y lo que queda? Ay, lo que queda…

2 COMENTARIOS

  1. Una experiencia espectacular y un gran artículo muy recomendable para quien aún dude sobre si realizar una experiencia internacional. Se me han puesto los pelos de punta al leer el artículo y comprobar que, pese al paso de años y a los distintos países, el Erasmus es algo especial que marca una vida. Enhorabuena por haber sabido expresar en palabras tantos sentimientos y gracias por haberlo hecho público. Me reafirmo en lo que os dije en Portugal, este artículo será una lectura recurrente para vosotras durante los próximos años y quedará como un gran recuerdo de otro país, otra ciudad y otra vida. Un abrazo muy fuerte.

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